¿Esto es un sueño o una película? La pregunta se formula, más de una vez, en Música Ocular, segundo largometraje de José Antonio Cordero que, en efecto, genera no sólo esa sino muchas más interrogantes: ¿esto es documental?, ¿un experimento?, ¿un juego actoral?, ¿un largometraje de ficción?

 

Alejada por completo del espíritu de su anterior cinta, el estupendo documental Bajo Juárez: La ciudad devorando a sus hijas (2006), Cordero se da aquí tiempo para el disfrute lúdico en compañía de sus actores, un puñado de jóvenes sordos de Piña Palmera, un centro de atención en Oaxaca para personas con sordera donde, entre otras cosas, se les entrena en el uso de la lengua de señas.

 

Para los sordos el cine es un arte casi negado; si bien algunos pueden dar seguimiento a las acciones de un filme mediante los subtítulos (o incluso con subtítulos especiales, como los que vienen incluidos en algunos DVD), la mayoría se siente frustrado por la falta de películas narradas en la lengua de señas que ellos dominan.

 

Narrada en capítulos, la historia central cuenta el momento en que un personaje anónimo (suponemos que el director mismo), lleva algunas películas filmadas en lenguaje de señas para mostrarlas en un improvisado cine al aire libre (muy a lo Cinema Paradiso). Entusiasmados con la experiencia, el grupo de amigos comienza a idear historias inspirados tanto en sus sueños personales como en fotogramas de películas conocidas (desde Harry Potter hasta Lawrence de Arabia), todo con el objetivo de filmar sus propias cintas.

 

Intercalado a esta historia, Cordero muestra entrevistas con estos jóvenes sordos quienes platican sus experiencias de vida. Ahí nos enteramos de los problemas que tienen para continuar sus estudios (es difícil encontrar escuelas con maestros que den clases en lengua de señas), la incomprensión de sus padres al obligarlos a hablar cuando niños (usando métodos por demás ortodoxos), o incluso los problemas para entablar relaciones sentimentales con personas “hablantes”.

 

El director no puede negar la fuerte influencia del cine de Michel Gondry en la manufactura de su película, y es que bien podríamos pensar en Música Ocular como una especie de Be Kind, Rewind (2008) donde la comunidad de Piña Palmera filma sus muy particulares versiones de cintas conocidas, todas ellas narradas en lengua de señas. Así, podemos ver una versión sweeded de Metropolis (Lang, 1927) donde el personaje de Modern Times (Chaplin, 1936) es quien construye a la robot María; una extraña versión de Harry Potter filmada cual si fuera película muda, o una muy peculiar secuencia donde un Lawrence de Arabia local conoce a una de las chicas en su puesto de esquites.

 

Aunque al final el experimento se le sale un poco de las manos (de repente incluso roza lo surrealista) es innegable -y hasta contagioso- el entusiasmo que despliegan sus actores (ninguno de ellos profesional) al estar frente a la cámara. Se trata de un mundo donde no son ellos, sino nosotros, los analfabetas, los marginados, los “discapacitados” para comunicarnos en su lenguaje; todo ello en un filme donde esta comunidad encuentra, gracias al cine, un lugar de completa libertad.

 

 

Música Ocular (Dir. José Antonio Cordero)

3 de 5 estrellas.