Por su particularidad, es un elemento básico para que la circulación en las calles sea la adecuada y no existan conflictos viales y/o accidentes. En todo el mundo, las luces de tránsito usan los mismos colores; verde –siga–, amarillo –precaución– y rojo–alto–.

 

Pero ¿por qué se utilizan estos colores? existen varias especulaciones sobre este tema y vale la pena conocer un poco de historia.

 

Es un hecho que la industria automotriz ha sido pionera de importantes avances que se utilizan hoy en día en todo el mundo, pero a su vez, el mundo del automóvil ha tomado prestado algunos elementos ajenos a su entorno para su beneficio, entre ellos, el semáforo.

 

El primer semáforo en el mundo nació en 1868 en Londres, Inglaterra y se utilizaba exclusivamente para controlar el tránsito ferroviario en la intersección de las calles George y Bridge. Su diseño era sumamente sencillo: se componía de dos brazos verticales que podían moverse en posición horizontal para informar a los conductores de los trenes entrantes el momento en que debían detenerse.

 

El sistema tenía el mismo rol que desempeña hoy en día.

 

Pero existía un problema, la poca o nula visibilidad de las señalizaciones al circular por la noche. Los ingenieros del sistema ferroviario agregaron un par de luces para advertir de una posible colisión. De esa manera eligieron, de forma circunstancial, el rojo para detener la marcha del tren y verde,para tomar preacauciones al momento de avanzar.

 

Probablemente se esté preguntando cómo es que eligieron el color verde. Nadie sabe a ciencia cierta, pero las cosas cambiaron un par de años más tarde, especialmente una vez que el semáforo hizo su incursión al mundo automotor.

 

Fue en 1912 en Estados Unidos cuando Lester Farnsworth Wire, encargado de la división de tránsito del Departamento de Policía de Salt Lake City, en el estado de Utah, que instauró el primer semáforo –con los colores rojo y verde– para vehículos en una intersección de la ciudad.

 

Aunque sólo unos pocos automóviles estaban en el camino en ese momento y las normas de tránsito eran inexistentes, los conductores fueron sorprendidos por el nuevo invento, por lo que fue necesario disponer de policías para obligar a los automovilistas a obedecer las nuevas reglas de tránsito.

 

Volviendo a la elección de los tres colores, los primeros semáforos de las calles se apoyaron en el sistema ferroviario, solo que de una manera distinta, ya que el color rojo era para parar, el verde significaba precaución y el blanco avanzar.

 

Mientras que los dos primeros podrían tener un significado más o menos evidente, la luz blanca causaba dolores de cabeza a las autoridades. Y es que las luces blancas se confundían con las luces contiguas, lo que provocaba que los conductores se pasaran libremente la luz roja, originando múltiples colisiones.

 

Para evitar más accidentes, realizaron modificaciones en el color de las luces de los semáforos.

 

Fue así que eligieron el rojo, un tono que se asocia sobre todo con la sangre, y fue seleccionado para señalar a los automovilistas y trenes que debían detenerse. Desde entonces el rojo simboliza una situación de peligro para los automovilistas.

 

Así como el rojo, que es referente para situaciones de alerta, el verde es lo contrario. Es relajante, como la naturaleza, o cualquier otro elemento saludable que no tendría un impacto negativo en los conductores. Además, el verde es un color que puede ser fácilmente observado durante la noche.

 

En cuanto al color amarillo, y que fue reemplazo por el verde en el origen de los semáforos ferroviarios, también tiene un por qué. La mayoría de las personas asocian el color amarillo con el sol, que es uno de los elementos que podrían calmar a los conductores. De igual forma, es una buena opción para la visión nocturna. Una luz amarilla se puede ver fácilmente desde una distancia larga.

 

Al igual que la industria automotriz los semáforos han evolucionado con el paso del tiempo para ser más eficaces.

 

Es bien conocido que las autoridades de todo el mundo diseñaron nuevos semáforos para abordar esta cuestión, estructuras de diferentes formas y tamaños pero el diseño clásico se ha modificado ligeramente para aumentar su eficiencia.

 

Actualmente existen diferentes tipos de semáforo, los que funcionan por tiempo, hasta los llamados inteligentes que utilizan sensores o radares.

 

En el primer caso, los semáforos que pasan de rojo a verde cuando corre una determinada cantidad de segundos son los más baratos de adquirir y tienen un bajo costo en su mantenimiento pero también son los que mayores problemas causan.

 

Son configurados para que la luz cambie en un tiempo determinado, la cantidad de segundos varía con base a la zona, horario y en ocasiones, del criterio del operador. Con una serie de innovaciones, la industria del semáforo evolucionó creando equipos de control dinámico.

 

A diferencia de los anteriores, son más efectivos, basan su funcionamiento en las condiciones de tránsito. Una serie de dispositivos comunican un semáforo con otro; debajo del asfalto se incrustan sensores que detectan cuando un vehículo pasa y accionan el tipo de luz que sea necesaria. Así se obtiene una mejor circulación vehicular en calles y avenidas prolongadas.

 

Gracias a este sistema los semáforos funcionan de manera sincronizada. Otra técnica similar es situar radares en los mismos postes de los semáforos, los cuales además de dar lectura a la vialidad pueden sacar fotografías instantáneas en caso de existir una infracción por parte de los automovilistas.

 

Lejos de comentarios negativos acerca de que los semáforos quitan tiempo, debemos aceptar que juegan un papel fundamental en la movilidad, tanto de los conductores como de los peatones. De operar en óptimas condiciones, los semáforos hacen que el tránsito en las ciudades sea fluido, seguro y ecológico.