Siempre trato de utilizar el plural vigente que engloba a ambos géneros –que denota un plural masculino–; por ningún motivo es mi intención que eso indique machismo o misoginia, o una concepción de superioridad masculina. No es culpa mía que el castellano se haya formado así –un machismo de la lengua.
Esta digresión del lenguaje abrió la posibilidad de analizar hasta qué punto el machismo está fraguado hasta en nuestra forma de hablar. Simplemente comparemos al español con otros idiomas: en el inglés los artículos tanto determinados (el, la, los, las) como indeterminados (un, unas, unos, unas) no tienen género ni plural: el, la, los o las se traducen como the; un o una se traducen como a; uno o una se traduce como one; algunos o algunas como some; pocos o pocas como few. En otros idiomas también es palpable la equidad, como en el alemán, que tiene cuatro artículos, masculino, femenino, neutro y un cuarto para los plurales –die–, del género que sean.
Esto se repite cuando existe la necesidad de referirse a categorías: “el niño” no sólo se utiliza para referirse a un individuo masculino de corta edad, sino al conjunto, sin hacer referencia a su género. Museo del Niño no se refiere a que sea para varones, sino para todos los individuos, sin importar su género, que calificarían como niñas o niños. “Le niñe” es igualmente desafortunado. Ahora ha dado por escribir los plurales con la @, que conjuga simbólicamente el género masculino “o” con el femenino “a”. ¿Cómo pronunciar eso? ¿Larrobas Niñarrobas?
Una opción que vale la pena analizar es si el plural genérico los nace del artículo neutro lo. Así, el plural de lo es, o debiera ser, los. Y si la referencia a algún concepto es, o debiera ser, neutra, entonces el artículo del plural bien podría ser los. Por desgracia, esta vaguedad no permite decir que el idioma español no es un idioma machista.