Recuerdo hace tiempo, un día que decidí ofrecerle a un vigilante, para que no se durmiera durante su guardia nocturna, un gran termo de café caliente preparado con granos recién molidos de café gourmet colombiano. Al prepararlo, en mi mente pensaba que seguramente el siguiente día estaría más que agradecido por haber compartido mi café tan especial con él. Sin embargo, cuál sería mi sorpresa, cuando fui a recoger el termo y vi que prácticamente estaba lleno. Le pregunté qué había sucedido y me contestó que, la verdad, el café no le había gustado, ya que estaba muy fuerte. Ahondando en el tema, después de algunos minutos, fue evidente que para él, el verdadero café, era el soluble y no uno como el que yo le había servido.

 

¿Se imaginan que opinaría un etíope de esto? Sí, los orígenes del café se remontan a la región de Abisinia. Es impresionante como en esta región, el café abunda y se toma con gran reverencia. Pero ¿cómo se descubrió?  La leyenda cuenta que fueron unas cabras las primeras que descubrieron los beneficios energizantes del café. Un pastor de cabras de nombre Kaldi, al querer regresar a casa en la tarde, se dio cuenta que sus cabras brincaban de un lado a otro y balaban estruendosamente. Al observarlas se percató que habían estado comiendo de una planta que nunca había visto: tenía hojas verdes brillantes, con unos pequeños frutos rojizos. Casi le da el infarto cuando pensó que probablemente el escándalo se debía a que habían sido envenenadas por dicha planta. Le tomó horas poder regresar a casa con sus cabras. El día siguiente los animales regresaron a la misma planta. Al ver que seguían vivas, decidió probarla. Primero comió sus hojas, que le adormecieron la lengua. Después su fruto, que era un poco dulce. Finalmente llegó a la semilla, cubierta con una capa gruesa. Al masticar las semillas, la leyenda cuenta que sintió que las palabras se le desbordaban y que se convertían en poesía, que nunca más estaría cansado, ni mal humorado. Kaldi compartió su experiencia con sus seres queridos y de ahí, se convertiría en una parte fundamental de la cultura etíope. Posteriormente con la ayuda de los árabes, hindús y holandeses (en sus colonias de Ceilán e Indonesia) este delicioso ingrediente se convertiría en uno de los artículos de consumo más importantes del mundo.

 

Tomarían muchos años, y otro accidente, para la invención del café soluble.

 

En 1909 el médico Federico Lehnhoff, un germano-guatemalteco, descubrió que al olvidar su café varios días, éste, al evaporarse, dejaba un residuo en el fondo del recipiente. Decidió añadir agua caliente y descubrió que se volvía a obtener la bebida. Tras su descubrimiento, patentó e industrializó el proceso. Hoy en día hay dos maneras principales para elaborar el café soluble: por secado por aspersión o por liofilización, el cual es el método más moderno ya que por su grado de tecnificación permite que se conserven las características originales del café mejor que con los métodos tradicionales. En ambos casos, el café es tostado, molido y solubilizado en agua. Después, el líquido se centrifuga y se seca. El secado por aspersión se realiza por aire caliente, mientras que la liofilización es por congelación brusca a bajas temperaturas. Éste proceso está tan controlado que hasta los aromas que son liberados por el café son conservados para reincorporarlos en el producto final. ¿Será que en los cafés solubles también hay diferencias de sabor? ¿Será que esté café que para mí parece de mentiritas, en verdad puede saber mejor?

 

Como lo mencioné al principio, finalmente todo se reduce a una preferencia individual. Yo, en lo personal, si tuviera que escoger entre un café americano y uno soluble, prefiero el americano. Pero si se trata de en serio disfrutar esa taza de café en cada sorbo, no hay nada como un espresso recién preparado con crema (o espuma) de colores cafés rojizos, untuosa, que aromáticamente invite e inunde el paladar de sabores tostados. Éste, sin duda, es el ganador para mí.

 

Espero que tengas un maravilloso día y recuerda ¡hay que buscar el sabor de la vida!