Se abre un difícil momento para el Barcelona: decidir si Tito Vilanova tiene la fuerza y salud para seguir dirigiéndolo.

 

El trabajo en su temporada debut ha sido espléndido. El Barça que heredó a Pep Guardiola recuperó la liga del futbol español con grandes números y el hecho de que no arrasara en los demás certámenes es por muchos atribuible a sus más que justificadas ausencias.

 

Y es ese el problema para los blaugranas. Tito ha sido un ejemplo de vida y tenacidad, de disciplina y lucha, de carácter y entereza. Tito, batallando al cáncer en glándula parótida, ha demostrado una y otra vez lo relativo que es el futbol, lo secundario que es un resultado. Tito ha hecho más de lo que ha podido, pero el equipo padeció la orfandad de su liderazgo en momentos básicos de la temporada.

 

Cuando el Milán derrotó al Barcelona en la ida de los octavos de final de Champions League, resaltábamos en este espacio que el club había quedado atorado entre dos paradojas: ¿traer a otro director técnico, a sabiendas de que eso podía entorpecer tan consumadas rutinas y, sobre todo, bajo la lógica de que Tito volvería de su tratamiento en Nueva York al cabo de unas semanas? ¿O cerrar filas en torno a la base existente y dejar a cargo al asistente de Vilanova, Jordi Roura, por inexperimentado que pareciera?

 

La institución culé apostó por la segunda de estas alternativas y Roura carga a la fecha con juicios por demás injustos. Le tocó sentarse en el sitio más exigente, en el que sólo valía ganar y golear a todos, pero sin al mismo tiempo ser la autoridad máxima (y, quizá, ni desear tan mediático rol).

 

Mientras tanto, Tito vivió en esfuerzos sobrehumanos volando permanentemente Barcelona-Nueva York, intentando dirigir por control remoto a distancia transatlántica y poniendo el más concentrado semblante cada que volvía.

 

Resulta un tema incómodo porque, por principio de cuentas, la única prioridad es la salud de este entrenador y nadie tiene derecho a poner plazos a su recuperación o procedimiento médico: lo único relevante es que supere este mal. Todo comenzó a fines del 2011 cuando se dio a conocer que Tito sería operado. Cinco meses después, la alegría era total cuando se informaba que el cáncer había sido superado y por esas fechas fue que el Barcelona delegó en Tito su timón toda vez que Pep Guardiola había decidido no seguir (lo cual, se afirma, habría abierto una disputa entre estos otrora inseparables amigos; Guardiola quería seguir su camino con Vilanova como socio y nunca pensó que se convertiría en su reemplazo).

 

Con la liga ya ganada, Tito ha vuelto a Nueva York y la incógnita se desata en la directiva catalana. Le queda un año de contrato y todos quisieran que lo cumpliera, pero es necesario saber si puede.

 

Mientras se barajan nombres también impregnados de la escuela barcelonista como el del ex jugador Luis Enrique, el Barça tiene que llegar a una conclusión, pero al mismo tiempo no puede ser tan imprudente como para ponerle inmediatos plazos.

 

Cuando el Barcelona festejaba su título de liga y antes de este último viaje a Nueva York, Tito dijo una frase a la afición entre cuyas líneas muchos leen que no seguirá: “Ayudadles y animadles, que os harán disfrutar. ¡Visca el Barça y visca Catalunya!”, aunque Roura, quien como si no tuviera suficiente ahora también tiene que fungir como portavoz en tiempos tensos, aclaró ante la prensa: “No hay que buscar los tres pies al gato, sólo quiso ser agradecido con sus jugadores”.

 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.