Muchos hablan de ella, aunque todavía pocos la consumen (al menos de manera consciente) y saben de su historia. Figuras como el chef Ricardo Muñoz Zurita la ponderan como una de las grandes sales de México, junto con la de pozo veracruzana y la blanca de Colima.

 

Por su parte, Eduardo Plascencia, investigador del patrimonio alimentario yucateco a través de K’u’uk Investigación, destaca que la sal de Celestún no es algo nuevo en el inventario de la región. Las charcas salineras, dice, tienen relevancia desde la antigüedad, siendo incluso causa de conflicto entre los reinos mayas.

 

El tema de la sal, aún con todo lo que se difunde mediáticamente, no es una provocación para la afluencia de turistas interesados en su producción.

 

“Nadie sabe a quién pertenecen estas grandes extensiones salinas, ni a dónde van los camiones que llevan los costales que salen diariamente. Considerando que la gente no consume la sal de Celestún como tal, podríamos encontrarla, ya procesada, como parte de la oferta de las grandes empresas. Si la sal tiene un costo tan bajo de producción, las utilidades siempre serán sustanciales, si importar a quiénes lo vendas”, afirma Plascencia.

 

 

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