Las principales economías del mundo tienen puestos los ojos en el hostil Ártico, donde el acelerado deshielo de sus glaciares abre una nueva frontera petrolífera y una nueva ruta marítima entre Europa y Asia.

 

En materia de hidrocarburos, los cálculos indican que en esta zona se encuentran reservas equivalentes a 13% del petróleo y 30% del gas no descubiertos del mundo, según cálculos del Servicio Geológico de Estados Unidos.

 

Ese volumen de energéticos atrajo el interés de potencias económicas como China, India, Japón, Corea del Sur, Singapur e Italia, que desde el miércoles fueron admitidas como observadores permanentes en el Consejo Ártico.

 

Este organismo fue fundado en Canadá en 1996 con el objetivo de promover el desarrollo sostenible y la protección ambiental de la región. Los ocho países que lo conforman: Dinamarca, Estados Unidos, Finlandia, Islandia, Suecia, Rusia, Noruega y Canadá tienen territorio en esa parte del mundo.

 

Aunque China está situada a miles de kilómetros del Ártico, su sed de petróleo no tiene fronteras. Los índices de crecimiento de su economía duplican los de consumo cada siete u ocho años y hacen al país cada vez más dependiente del crudo externo, lo que implica un problema de seguridad.

 

El estatus de observador que China obtuvo en la cumbre bienal de ministros de Asuntos Exteriores, celebrada en Kiruna (Suecia) el miércoles pasado, le permite participar en las reuniones y en los grupos de trabajo, aunque sin capacidad de decisión directa.

EL HIELO SE FUNDE

 

La visibilidad que ha ganado el Consejo Ártico en los últimos años coincide con la importancia creciente de la zona a nivel económico y comercial, pero también con el acelerado derretimiento de sus hielos, atribuido al cambio climático.

 

La Organización Meteorológica Mundial (OMM), un organismo especializado de Naciones Unidas, expresó su alarma por el “deshielo en el Ártico en agosto y septiembre (de 2012), que alcanzó cifras récord”.

 

En su informe anual sobre el cambio climático en 2012, que presentó en Ginebra, la OMM confirmó que ese año fue uno de los 10 más cálidos desde que comenzaron a contabilizarse las temperaturas en 1850.

 

La cifra de ese año representa una disminución de 49% de la capa de hielo, en comparación con el promedio mínimo registrado entre 1979 y 2000, reportó la OMM. Se trata de una “preocupante señal de cambio climático”, advirtió en aquella ocasión el francés Michel Jarraud, secretario general de la OMM, quien advirtió además que “el calentamiento continuará”.

 

Algunas previsiones indican que en el verano de 2040 el Ártico podría quedar completamente libre de hielo, aunque otros estudios dicen que será en 2070.

 

EL PASO DEL NOROESTE

 

Derivado del derretimiento del hielo, el 21 de agosto de 2007 quedó al descubierto el Paso del Noroeste, como se conoce la ruta marítima que bordea Norteamérica por el norte, atravesando el océano Ártico y conectando el estrecho de Davis y el estrecho de Bering, o lo que es lo mismo, el océano Atlántico y el océano Pacífico.

 

El paso permaneció abierto al tráfico marítimo durante el verano boreal sin la necesidad de utilizar barcos rompehielos. Nalan Koc, del Instituto Polar Noruego, advirtió que esa fue la primera vez que quedó libre desde que se empezaron a tomar registros en 1972.

 

Pero no fue la única ocasión, el 26 de agosto de 2011 el paso quedó nuevamente abierto y algunas estimaciones señalan que el trayecto podría ser navegable aproximadamente en 2020 y, de ser cierto, disminuiría considerablemente el trayecto marítimo entre Europa y Asia, convirtiéndose en una ruta alternativa a las del Canal de Panamá y el Canal de Suez.

 

En la actualidad el trayecto Londres-Osaka, supone 23 mil kilómetros por Panamá y 21 mil kilómetros por Suez: por el Paso del Noroeste quedaría reducido a solamente 15 mil 700 kilómetros.

 

El nuevo paso sólo será accesible unos meses al año, pero podría permitir en unas décadas sacar con petroleros o gaseros los recursos de esas prospecciones.

 

CANADÁ CAUSA DISGUSTO

 

Los intereses de Canadá en la región ártica han sido especialmente criticados. Desde 1973, el país sostiene que el Paso del Noroeste es suyo, lo que le causó fuertes críticas.

 

Además del control sobre las nuevas rutas, Canadá tiene especial interés por las enormes reservas petroleras que en teoría existen en el Ártico. La nueva presidenta del Consejo del Ártico es precisamente la canadiense Leona Aglukkaq, actual ministra de Salud del gobierno de Stephen Harper, quien enfatizó el miércoles sobre el desarrollo económico y sostenible de las comunidades que viven en esa región.

 

La insistencia canadiense para focalizarse en el desarrollo económico de la región molesta a varios, especialmente en Europa donde países como Suecia, Finlandia, Rusia y Noruega también tienen el interés por desarrollarse.

 

A esto se agrega la mala reputación del gobierno de Canadá en materia ambiental desde que se retiró del protocolo de Kioto y de la Convención para la lucha contra la desertificación.

 

“Es verdad que Canadá tiene una postura que ha cambiado mucho en los últimos años, Canadá ha surgido claramente como un país que tiene más la intención de desarrollar sus propios intereses y de preocuparse menos de los procesos internacionales”, declaró en entrevista con Radio-Canadá Sébastien Duyks, del Centro Ártico de la Universidad de Laponia, en Finandia.

 

Por su parte, Greenpeace se preocupa de la actitud del gobierno del primer ministro canadiense Stephen Harper, quien es partidario de la perforación de pozos petroleros en el Ártico. El organismo internacional teme que Canadá utilice al Consejo del Ártico para promover y apoyar a los intereses de la industria en esa región del mundo.

 

El grupo ambientalista Greenpeace teme también una eventual catástrofe ambiental ante un posible derrame de petróleo cerca del Polo Norte.

 

“No podemos evitar todos los derrames y no los podemos limpiar actualmente. Imagínese una catástrofe como DeepWater Horizon, que ocurrió en el Golfo de México, pero en el Ártico, a miles de kilómetros sin ninguna capacidad de intervención”, alarmó Patrick Bonin, responsable de la campaña Clima-Energía de Greenpeace.

 

El organismo criticó también el hecho de que no hay ninguna acción significativa prevista en la agenda del Consejo del Ártico para combatir el cambio climático ni tampoco un acuerdo jurídico para prevenir los derrames.