Las críticas de los gobiernos a las empresas calificadoras arreciaron durante la crisis financiera de 2008 que explotó en Estados Unidos y, más aún, cuando las economías europeas se hundieron en la recesión en los últimos cuatro años. Las acusaron de hacer un análisis sesgado y de ahondar la debacle de las deudas europeas. De hecho, estas empresas siguen en el ojo del huracán y su futuro aún es incierto.

 

Aquí en México, las críticas desde los círculos oficiales se concentraron en lo que se consideraban bajas calificaciones relativas para una economía que mostraba una mayor fortaleza en su capacidad de pago que muchas economías europeas que ostentaban calificaciones superiores como España, Italia o incluso Portugal. Sin embargo en los últimos meses el ajuste en las calificaciones corrigió esta situación.

 

Las calificadoras -especialmente Standard & Poor’s y Moody’s- han argumentado en los últimos años que la debilidad en la estructura de los ingresos tributarios del país y el débil crecimiento económico de mediano plazo son los factores que les han llevado a mantener la calificación de la deuda mexicana, con todo y la estabilidad macroeconómica y algunos  avances en materia de regulación de mercados en los últimos años.

 

Pero ayer la calificadora Fitch Ratings dio la sorpresa al elevar de BBB a BBB+ la calificación mexicana para su deuda extranjera de largo plazo. Esto es un peldaño más dentro de la misma categoría de deudas con calidad de grado medio inferior junto a países como Italia, Kasajistán o Irlanda; y la coloca con un grado por encima de países como España, Brasil, Rusia, Perú o Sudáfrica.

 

Lo que llama la atención de la calificación emitida por Fitch Raitings es que sus argumentos para tomar esta decisión de elevar la calificación de México se sustentan básicamente en expectativas y en promesas, como ha ocurrido con algún sector de la prensa extranjera que ya habla del “fenómeno México”. Pues bien, parece ser que los analistas de Fitch Raitings se guiaron más por las notas periodísticas de algún diario extranjero que por los datos duros de la economía mexicana, que no han cambiado sustancialmente en los últimos dos años.

 

La estructura tributaria sigue siendo altamente dependiente de los precios petroleros, el crecimiento económico se mueve en un rango de 3% a 4% con un claro sesgo bajista en este año; mientras que la inflación anual gira en torno a 4%, y si bien algunas reformas ya fueron aprobadas, como la de telecomunicaciones, aún siguen pendientes la fiscal y energética.

 

Así que Fitch le subió la calificación a México fundamentalmente con base en percepciones y promesas de los políticos, apresurándose para ganar la partida a sus competidores. Y lo hace precisamente el día en que el gobierno federal anuncia el envío de un paquete de cambios legales al Congreso sobre el sistema financiero.

 

Aunque esta noticia de Fitch le viene bien a México porque alimenta las expectativas positivas que se ciernen sobre la economía, otra vez una calificadora toma una decisión cuestionable por la calidad de los criterios técnicos para fundamentar su decisión.

 

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