El Día de la Madre para much@s puede ser un fastidio, una cursilería más de la abominable maquinaria mercantil del capitalismo, mientras que para otr@s cumple la premisa de la publicidad de El Palacio de Hierro, que inunda estos días los parabuses de la ciudad de México: Mayo tiene un solo día, el mío.

 

Con tan categórica frase inscrita sobre las imágenes de mujeres jóvenes blancas embarazadas y/o acompañadas de sus hij@s, la tienda departamental exalta el papel de ser madre como vía de empoderamiento para las mujeres al ser procreadoras de la vida, reproduciendo el estereotipo de abnegación, la capacidad de ser para los otr@s sin esperar nada a cambio, de sacrificio y de dar amor sin límites.

 

La celebración del Día de la Madre en México surge por iniciativa del periodista Rafael Alducin, del diario El Excélsior, en 1922, como respuesta contra la planificación familiar impulsada por feministas como Margaret Sander, junto con el profesor José de la Luz Mena del Consejo de Educación Pública en Yucatán. Es así que la disposición del 10 de mayo como fecha de celebración a las madres fue un embate contra el control de la natalidad, promoviendo de esta manera  la noción de realización de las mujeres a través de la maternidad.

 

 

Sin embargo dentro de toda la maraña comercial y el mito de la madre abnegada es posible retomar esta fecha como propia y válida, como sucedió a finales de la década de los setenta del siglo XX cuando las feministas mexicanas retomaron el símbolo del Monumento a la Madre -creado en 1932, también por iniciativa de El Excélsior- para efectuar mítines a favor de las mujeres y contra el estereotipo de la madre, dándole un nuevo significado demostrando que el día 10 de mayo, es un día para luchar por los derechos de las mujeres y celebrar sus triunfos.

 

Como se pudo corroborar cuando en 1991, el movimiento feminista, encabezado por el Movimiento Nacional de Mujeres colocó una placa complementaría al pie del Monumento a La Madre que reza: “Porque su maternidad fue voluntaria”, aludiendo a la libertad de las mujeres de decidir sobre su propia maternidad.

 

A mi consideración el verdadero espíritu del Día de la Madre es feminista, pues sumado al Día de la Mujer celebrado el 8 de marzo, es un día en el que podemos honrar no sólo a nuestra propia madre o a aquellas mujeres que han actuado como tales, sino también a aquellas mujeres que han labrado el camino para que las mujeres en todo el mundo vayan adquiriendo derechos tales como el acceso a la educación, a la planificación familiar, a puestos directivos, a la plena expresión y que sirven como ejemplos de vida.

 

Al pensar en el Día de la Madre, no puedo dejar de pensar en mi propia madre y la enorme deuda feminista que le debo, mi mamá me enseñó a ser feminista, a través de sus propias políticas y también a través de sus acciones. Detrás de cada feminista existe otra feminista, a la que debemos su labor, esfuerzo y respeto y por las cuales hay mucho por celebrar y seguir adelante este 10 de mayo.

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