Trance, el décimo largometraje del inglés Danny Boyle (Óscar a mejor director por Slumdog Millionaire, 2008) es una especie de retorno al cine con el que iniciara su carrera. Y es que, aunque sea por algunos momentos, el tono cruel y despiadado de Trance -lleno de obscuridades neón y ritmos electrónicos a cargo de los músicos de Underworld y UNKLE- nos recuerda, por mucho, a su cinta debut, la brutal pero siempre interesante Tumba al Ras del Suelo (Shallow Grave, 1994).

 

Contrario a lo que pudiera pensarse, la carrera de Boyle no parece haberse modificado gran cosa después de ganar un Óscar. Danny no permitió que la máquina lo engullera, siguió residiendo en Londres y su carrera mantiene el mismo eclecticismo que sus películas: lo mismo acepta dirigir una obra de teatro (una adaptación de Frankenstein) que ser el encargado de armar la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos Londres 2012. Justo antes de ese último encargo es que grabó Trance, para editarla hasta después de terminada la justa olímpica.

 

Basada en una película para televisión dirigida y escrita por Joe Ahearne (Ultraviolet, Dr Who), Trance marca también el retorno del guionista John Hodge quien junto con Boyle diera forma a dos de sus cintas más emblemáticas, la ya mencionada Shallow Grave y Trainspotting (1996).

 

La cinta inicia (muy a lo Trainspotting) con la voz en off de Simon (James McAvoy) un empleado en una firma de subastas que nos muestra todas las medidas de seguridad que se deben de tomar cuando se somete a remate una obra de arte importante. De inmediato, un comando armado pondrá a prueba estas medidas cuando intenten robar una pintura de Francisco de Goya.

 

Lo que comienza como la clásica cinta sobre un crimen que sale mal, rápidamente cambia de piel cuando nos enteramos que el propio Simon es parte del plan pero -luego de un fuerte golpe en la cabeza- no logra recordar dónde dejó la pintura, por lo que sus muy enojados cómplices (entre ellos Franck, un implacable Vincent Cassiel) intentan todo para sacarle la información, incluso llevarlo con una terapista (la hermosa hasta el exceso Rosario Dawson) que mediante hipnosis ofrece traer a la superficie aquellos recuerdos reprimidos en la mente de Simon.

 

Los elementos clásicos del cine de Boyle están aquí: edición rápida, musicalización precisa, imágenes brillantes y un manejo del espacio y del encuadre que, aunque carece de elegancia -más bien por momentos se entrega al exceso estilístico-, no deja de mostrar a un cineasta con una destreza visual notable.

 

Pletórica en giros argumentales, con un tono cruel, ligeras trazas de humor y mucho de una perturbadora sensualidad (a cargo de la ya mencionada Dawson), la cinta está diseñada para jugar con nuestra mente y nuestras expectativas sobre lo que vendrá; por supuesto, muchos de estos giros en la trama pueden ser -y seguramente serán- motivo de enojo para aquellos escépticos que no se adentren en el juego sensorial-perverso-onírico de Boyle, pero al menos la película asegura mantener el interés y el acezante suspenso mediante una estructura que si bien muestra serias goteras, no son perceptibles sino hasta el final -al encenderse las luces- cuando nos demos cuenta del engaño al que hemos sido sometidos.

 

Pero, ¿acaso el cine no es sino un dulce engaño?

 

TRANCE (Dir. Danny Boyle)

3 de 5 estrellas.

 

Con: Rosario Dawson, James McAvoy y Vincent Cassiel.