¿Recuerda su sabor, el cual a fuerza de repugnancia dominada teníamos que soportar bajo la promesa de vitalidad, fortaleza y salud sin paralelo?

 

Bueno, pues sucede que existe un “elixir” que ofrece aportes nutricionales de excepción e importantes beneficios a la salud y, lo mejor, con un extraordinario sabor.

 

Se trata de un producto muy asequible, tanto en precio como en disponibilidad comercial, y que, por si fuera poco, es un extraordinario compañero de platillos nacionales e incluso internacionales en maravillosos maridajes.

 

Se trata de la cerveza. Un producto mucho más sofisticado de lo que quizá el consumidor promedio imagina.

 

Se trata de una bebida de baja graduación alcohólica que al ser consumida con la moderación que impone el sentido común y de responsabilidad, aporta vitaminas del grupo B, proteínas, minerales, antioxidantes, fibra y mucha agua.

 

Además se caracteriza por tener nulo contenido de grasa, bajo contenido calórico y baja graduación alcohólica. De hecho, contrario a la creencia popular, la cerveza no engorda. Lo que da volumen a la mal llamada “panza chelera” son las botanas, generalmente frituras, con las que suele combinarse.

 

La cerveza tiene una amplia gama de versiones. Existen las Pilsner, las Lager, tipo Munich, Viena, Heffeweizen, tipo Bock… las cuales tienen características distintivas tanto en color como en consistencia, aroma y sabor.

 

Con sólo cuatro ingredientes (malta, lúpulo, agua y levadura) se pueden fabricar un sinfín de tipos de cerveza muy sofisticadas, quizá más sofisticadas que el propio vino de mesa y los blends de distintas uvas.

 

Se trata de una bebida ideal para crear maridajes espectaculares para realzar los sabores de un platillo. No sería exagerado decir que el consumo moderado de cerveza combinado con el sabor de alguna creación de un chef con creatividad atrevida, puede derivar en una experiencia Delicatessen.

 

Consumir cerveza para ver el futbol, para encontrar el regocijo etílico mediante un presupuesto bajo, es un reverendo desperdicio  porque esta bebida ofrece, además de beneficios a la salud y nutricionales, una verdadera experiencia de sabor, aroma y textura ideal para disfrutar la gastronomía que más le agrade.

 

Además de ser una excelente compañera para potenciar los sabores de la comida, los antioxidantes que aporta una cerveza son suficientes para darle al cuerpo sustancias necesarias para retardar un poco los “signos” de la edad, y su nivel de fibra es ideal para ayudar a mejorar el proceso de digestión, para hablar sólo de dos bondades.

 

De acuerdo con los que saben, la cerveza nunca debe beberse directamente de la botella o de la lata. Haciéndolo se priva la experiencia de oler el líquido, proceso indispensable para vivir al 100% la experiencia de su sabor.

 

La cerveza debe beberse en un vaso, el cual varía según el tipo de cerveza, intensidad de espuma y color, entre otros factores.

 

Alguien quizá por ahí dirá con cierto grado de asombro: Pero ¿¡cómo!? ¡Estás promoviendo el consumo de una bebida alcohólica! La verdad es que ¡No! Al revés, busco abonar en los esfuerzos orientados a detonar reflexiones entorno a quienes beben cerveza alejados del principio de moderación.

 

Y es que la cerveza puede ser parte de un estilo de consumo sofisticado para quienes aprecian el placer de comer bien, con una bebida que abone valor a la experiencia de los sabores, escuchando música, envuelto en una buena conversación con gente interesante.

 

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