Mujer de temperamento fuerte, cuestionada y reconocida. Comenzó en la barandilla ministerial y en 18 años se convirtió en procuradora General de la República. Ahora, cuatro meses después de dejar el poder, es testigo del derrumbe de los casos que difundió como los más exitosos contra el crimen organizado del sexenio de Calderón.

 

Como pocas funcionarias, Marisela Morales Ibáñez conoció las entrañas de la procuración de justicia en México y, también como pocos, investigó al crimen organizado en el país, porque al menos a esas tareas estuvo dedicada desde 1997 en la Procuraduría General de la República.

 

Algunos de sus colaboradores la definen como una mujer audaz, que reconoce el esfuerzo y que se preocupa mucho por su aspecto y el de sus colaboradores. Que suele utilizar los gritos y el lenguaje soez como forma de control de sus subalternos, a los que selecciona no siempre por su capacidad sino por su lealtad.

 

Estudió la licenciatura en Derecho en la UNAM. Su primer trabajo lo consiguió en 1993, en la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, como agente del Ministerio Público, adscrita al Reclusorio Oriente.

 

Dos años más tarde logró cambiarse a la Delegación de la Procuraduría en Coyoacán, en donde era subdelegada de Control de Procesos, donde investigaba y revisaba las consignaciones de todo tipo de delitos.

 

Ya en 1996 fue enviada a las oficinas centrales de esa misma Procuraduría, como directora de Investigaciones de Delitos cometidos contra la Administración de Justicia, en donde sólo permaneció 12 meses, para mudarse a la PGR, donde llegó directamente a la entonces Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos contra la Salud (FEADS) como jefa de unidad fiscal especializada.

 

Por ese entonces, conoció a José Luis Santiago Vasconcelos y poco después a Noé Ramírez Mandujano, funcionarios a los que investigaría años más tarde, por presuntos nexos con el narcotráfico.

 

En la FEADS permaneció cuatro años y en 2001, tras la llegada del general Rafael Macedo de la Concha al frente de la PGR, fue nombrada coordinadora general de la Subprocuraduría de Coordinación General y Desarrollo y, más tarde, con el mismo cargo pero dependiendo directamente del procurador. A partir de entonces construyó su relación con el Ejército, la cual consolidó hasta el último día en la PGR.

 

Antes de 2008, cuando fue designada titular de la SIEDO, trabajó en diferentes unidades especializadas de investigación dentro de la PGR. Una de ellas, la de tráfico de menores, indocumentados y órganos, y la segunda en delitos cometidos por servidores públicos.

 

Desde la SIEDO abrió la puerta al FBI y la DEA para que participaran directamente en investigaciones e interrogatorios a detenidos, incluso para que se llevaran a testigos protegidos sin trámite alguno. Esta relación creció cuando fue designada, en abril de 2011, titular de la PGR, el último eslabón de su carrera, siendo su especialidad, como pocos, los casos sobre las mafias mexicanas.

 

Al cambio de gobierno, Marisela Morales aspiraba a ser designada en alguna embajada, consulado o representante en algún organismo internacional. Pero ninguna oferta del gobierno de Enrique Peña Nieto se consolidó y ahora vive entre Miami y el Distrito Federal.