Nicolás Maduro no parecía candidato y ganó una elección; en realidad, hizo las veces de un publicista con la ambición de posicionar el concepto triste de un líder recién fallecido en la mente de los venezolanos.

Para Maduro, el proceso electoral se convirtió en un simple acto de formalismo, una fiesta de honor para despedir al líder fallecido. Capriles fue el invitado del deshonor, y como tal, habría que tratarlo: una bacteria cuya expansión terminaría por colonizar al cuerpo social chavista;  pandemia antichavista de la burguesía. Apología de la dialéctica chavista. Pobres contra burgueses.

 

Vacunarse a través del voto sería lo más sensato. Maduro comprendió que para ganar la presidencia resultaba absurdo introducir temas democráticos a su agenda. ¿El porcentaje de inflación más elevado de Latinoamérica? No, voten por el muerto. ¿Índice de criminalidad elevado? Lo importante es una sola muerte, la del líder. ¿Escasez de alimentos? No, el único alimento divino es otorgado por parte del líder fallecido.

 

La jornada electoral venezolana fue atípica. Nunca antes un muerto había protagonizado la campaña de un candidato. Maduro (al igual que Capriles) mandó al diablo la promesa de guardar silencio durante la jornada de reflexión y voto. Convocó a una rueda de prensa para no decir nada. Simplemente, rezó un padrecháveznuestro emitido en cadenas mediáticas chavistas y no chavistas. En las redes sociales, la indignación, por ejemplo, se manifestaba a través de hackeos (de la cuenta de Twitter de Maduro). Para evitar interrupciones al padrecháveznuestro una mano desconectó internet. La táctica es monopolizar el mensaje, si se puede, en meta canal, pongamos que me refiero a Telesur.

 

En el canal regional Telesur, Ignacio Ramonet, ex director del mensual francés Le Monde Diplomatique, ofició una misa festiva por el líder fallecido. En ella, Ramonet describió con tranquilidad, matizando con ironía por momentos, la peligrosidad de contagio de la bacteria antichavista. Ramonet comparó a Venezuela con la Unión Europea. Venezuela en la gloria; Europa en el infierno. Políticos venezolanos santos; europeos, demonios. Así, pasaban y pasaban los minutos. No había resultados. No había proyecciones. El informe de noticias, supuestamente informativo, se convirtió en un concurso de spots publicitarios. Junto a Ramonet, una socióloga académica repartió las hostias a los seguidores del líder fallecido. “Las virtudes del chavismo (…) solidaridad (…) anti yanquismo (…) Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua”. Retahíla de virtudes para acabar con la bacteria.

 

La homilía de Ramonet se extendió por varias horas. Cuando la gente de producción detectaba variaciones en las conexiones de internet de Telesur o, en su defecto, zapping, la conductora compartía micrófonos con el encargado de redes sociales. “Jornada ejemplar, festiva, única”. Twitter sustituyó a las proyecciones de las encuestadoras, del clásico, “las proyecciones indican que el candidato A obtuvo el primer lugar con  74% de los votos”.

 

Ayer, el componente grotesco lo estelarizó la presidente del Comité Electoral Nacional. Que Capriles obedezca y se calle. Los resultados los doy yo y punto. Algo más. Aquellos injerencistas como Insulza, más vale que guarden silencio.

 

La imparcial presidenta del Comité Electoral Nacional se convirtió en porrista de Maduro en memoria del líder fallecido.

 

Capriles, por su lado, llamando a cacerolazos. Ruido, mucho ruido de una bacteria que por segunda ocasión trató de colonizar a Venezuela y no pudo, por la gracia de un líder fallecido a pesar de que Maduro realizó una campaña mediocre.