En el arranque de gobierno del presidente guatemalteco Otto Pérez Molina el 14 de enero de 2012, él y su flamante vicepresidenta Roxanna Baldetti, hicieron gala de atuendos que sobrepasaban los 10 mil dólares, en un país donde la mitad de ciudadanos malvive con menos de dos dólares diarios. En el extranjero, la elección de Otto Pérez se vio como un retroceso. Ex militares de su entorno regresaban al poder, encabezados por quien fue jefe de inteligencia e instructor de la temible Escuela Kaibil (en el corazón de la selva del Petén), donde se forman las fuerzas especiales guatemaltecas.

 

Para muchos guatemaltecos, sin embargo, Pérez fue un militar moderado, de los llamados constitucionalistas, que apoyó el golpe para derrocar al General Efraín Ríos Montt en 1983. También se enfrentó al autogolpe del Presidente, el ingeniero Jorge Serrano, cuando éste intentó en 1993 anular el Congreso, al estilo del peruano, Fujimori. El centro-derecha y buena parte de la población urbana lo eligieron en respuesta a los escándalos de corrupción en el anterior gobierno de Álvaro Colom, el primer presidente de izquierda en 30 años.

 

La educación y la personalidad calmada de Pérez Molina, contrastan con su vicepresidenta Baldetti, una finalista de Miss Guatemala y dueña de salones spa. Se catapultó en política en el 2000, al ayudar a Pérez Molina a crear el Partido Patriota, y fue elegida diputada en 2004, especializándose en atacar a los demás de actos de corrupción. Hoy en día, Roxana Baldetti se autodenomina la madre del partido, que creó con intimidaciones.

 

Polémica y rígida, Baldetti es la primera mujer en ocupar tan alto cargo de gobierno. Es conocida en círculos políticos como una implacable enemiga que no perdona. De porte robusto y con 50 años, tiene adicción por la cirugía plástica, dietas y tratamientos de adelgazamiento.

 

Pérez Molina y Baldetti trabajaron más de dos décadas para alcanzar el poder. No habrían conseguido los dos puestos más altos del país, el uno sin el otro. Los dos se complementan. Fueron elegidos por ser la pareja política perfecta. Este “cuento de hadas” se trasformó rápido en una historia tenebrosa. Los rumores sobre una relación sentimental entre ambos aumentan con los días. “Parecen un pareja casada,” dice una fuente que ha presenciado los desmanes en Palacio. Los berrinches de la vicepresidenta son conocidos, y también los portazos cuando se enoja con Pérez Molina. El Palacio Presidencial parece más un hogar disfuncional que un centro de decisiones políticas.

 

Pérez Molina ganó con una campaña anticorrupción, pero las promesas se esfumaron en solo 13 meses. El presidente y su vicepresidenta se han visto envueltos en decenas de incidentes debido al clientelismo, tráfico de influencias, y corrupción desenfrenada en aeropuertos, puertos y aduanas. Los casos están relacionados con obras públicas, asignación de contratos de medicinas para el Estado e, incluso, en programas contra la pobreza.

 

En un año, Pérez Molina ha construido una reputación internacional como líder regional al promover, retóricamente, la despenalización y regulación del mercado ilegal de narcóticos. Su discurso ha desarmado a Washington, que no ve con buenos ojos la ausencia de una política antidroga en Guatemala, por donde circula el 80% de la cocaína que llega a Estados Unidos, según el Departamento de Estado.

 

La corrupción

 

Baldetti aparece como la principal artífice de una estela de corrupción que asombra incluso a los guatemaltecos, testigos de décadas de enriquecimiento ilícito de sus gobernantes.

 

A semanas de asumir el segundo puesto del país, Baldetti utilizó 15 mil quetzales (23 mil pesos) de fondos públicos para comprar chocolates finos, perfumes franceses y Ron Zacapa Centenario para obsequios. Era el comienzo de una lista de supuestos abusos revelados en la prensa y que circulan por los pasillos del Palacio Presidencial y el Congreso. El entorno de la vicepresidenta incluye miembros del Partido Patriota y amigos de su infancia, beneficiarios de contratos y nombramientos que han terminado envueltos en tráfico de influencias y corrupción. Además, se sospechan conexiones con implicados en blanqueo de dinero, identificados por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

 

De humildes raíces, Baldetti es hoy dueña de una considerable fortuna estimada en varios millones de dólares, tres mansiones en los mejores barrios de la capital, una casa de descanso en el Puerto San José, y dos fincas en Tecpán, Chimaltenango.

 

Su hijo Mario, de 22 años, presume su riqueza. “¡La vida en Guatemala es para vivirla y eso es lo que estoy haciendo! Salvaje, joven y libre,” escribe el joven en su cuenta de Instagram, que muestra un derrochador tren de vida. Otras entradas muestran sus salidas al extranjero con un grupo de amigos, con los que viaja en jet privados a Nueva York y a Miami.

 

La declaración de bienes de los altos cargos no es pública en Guatemala, pero la simple suma de los sueldos públicos de Baldetti de los últimos 10 años no cuadra. El total de sus salarios durante los últimos nueve años es cerca de 540 mil dólares (7 millones de pesos). Pero en el mismo periodo ha acumulado un conjunto de propiedades que valen más de 10 millones de dólares (130 millones de pesos).

 

Según Baldetti, sus ganancias vienen de su patrimonio: los dividendos de unas compañías que producen champús y un salón de belleza. Pero un recorrido por varias de las direcciones consignadas en el registro de la propiedad, como sedes de sus fábricas y negocios y su salón de belleza los encontró mayormente vacías o abandonadas.

 

Amigos y enemigos de Baldetti describen las formas en que la vicepresidenta podría lucrarse del gobierno: “coimas” (porcentaje) en jugosos contratos para construir carreteras, compras estatales de medicinas o fertilizantes. Supuestamente su fortuna provendría sobre todo del control tras bambalinas del contrabando, trasiego, aduanas, puertos y aeropuertos, con el posterior blanqueo del dinero en Panamá.

 

Algunos de sus críticos ponen en duda si, tal vez, algunas de sus propiedades fueron compradas con dinero de conocidos narcotraficantes. Nada ha sido probado.

 

La Oposición

 

La congresista Delia Back, del partido opositor LIDER, que perdió las últimas elecciones presidenciales en la segunda vuelta, por 10% de los votos, es la enemiga número uno de Baldetti. Back y sus compañeros diputados presentaron tres demandas por corrupción ante la Corte Suprema de Justicia en contra de Baldetti. La Corte las desestimó alegando falta de fundamento.