Al cruzar esa puerta que parece la de un cine, un par de guardias te vigilan. No existen fotos de ese lugar, en algún lugar de Tokio, menos videos. Al menos no entre los mortales que no figuran entre el directorio de la gigante japonesa.

 

Las cámaras de vigilancia están por todas partes. Ese lugar no tiene nombre, ese lugar no existe. Sin embargo, cuentan que al entrar, te encuentras con una gigantesca pantalla, armada con varias pantallas de última generación de la compañía, que dan la sensación de ser un minúsculo ser en el universo. La definición, el sonido y el tamaño son intimidantes.

 

Es una especie de museo con las obras de arte popular que han hecho que las masas los idolatren. Están los disfraces que se usaron en Spider Man, un set que da cuenta de cómo grabaron las escenas de la película. Armas y otros instrumentos que se diseñaron alrededor de esta historia. Y también toda la tecnología que lo acompaña. Asimismo, piezas de colección de videojuegos y la más alta tecnología de video concentrada en habitaciones que hablan del futuro de la televisión y el cine.

En un espacio, por ejemplo, te paras ante una pantalla de la que saltan animales hacia ti, el viento corre y los olores se apoderan de tus sentidos. Un grupo japonés de rock toca, mientras la historia que cuenta el video te envuelve literalmente con los efectos de la tecnología que Sony tiene guardada bajo llave todavía. Es como estar en un concierto, en vivo, pero con imágenes de animales fuera de esta realidad, de objetos mágicos y de flora maravillosa, que juegan con tu mente. Te transportas a un mundo del que no quieres que te saquen.

 

Ese mundo lo relaciono con Howard Stringer, el primer CEO no japonés de Sony, el hombre que causó un escándalo en la alta sociedad japonesa cuando se anunció que tomaría las riendas de la gigante de la tecnología.

 

The Wall Street Journal adelantó el viernes pasado que en junio se retira quien fue director de la compañía y que cedió su lugar hace apenas unos meses a Kazuo Hirai.

 

Al ejecutivo de 71 años lo acusan los analistas, inversionistas y los fans de la marca, de haber orillado a la empresa más hacia el entretenimiento, descuidando totalmente su poder en el segmento de los televisores y la música.

 

En varias ocasiones fui testigo de las conferencias de Stringer, eran espectaculares. Mientras por un lado se criticaba que no ponía atención a los embates de los coreanos en el negocio de las pantallas, y a los estadunidenses, en el negocio de los reproductores de música, él salía a hablar de su negocio de películas. Siempre destacaba las grandes historias que venían. Saltaba al escenario alguna de las estrellas de Hollywood a platicar con él y juntos hacían un show que todos los presentes disfrutábamos. Al final, como remate, alguna de sus contrataciones salía a tocar, ya fuera Usher o Taylor Swift.

 

Todos salían contentos, sin cuestionar sus números.

 

Pero en Tokio la historia era diferente. La empresa lo dejó hacer hasta que fue demasiado tarde. Hoy ya no son líderes en el segmento de las televisiones, ni en los dispositivos de música, ni en las tablets, ni en nada que se refiera a tecnología de consumo.

 

Ante la revelación de The Wall Street Journal, Kaz Hirai, el presidente y CEO de Sony, dijo en un comunicado el fin de semana que Stringer fue muy importante en el nacimiento del Blu-ray y en lograr expandir el negocio de películas y música de la firma.

 

“Lo vamos a extrañar muchísimo todos en Sony”, dijo Hirai.

 

Yo creo que no.

 

Yo creo que la realidad superó la fantasía.