Hace cinco años y medio, la palabra xoloitzcuintles era desconocida para el común de los mexicanos (ya no decir, de los latinoamericanos) y de imposible relación con el futbol.

 

Hace tres años pensar en un equipo de primera división en la fronteriza Tijuana, parecía iluso y prematuro, uno de esos negocios que suenan interesantes a largo plazo.

 

Hace año y medio la misión de Antonio Mohamed, director técnico emergente de los Xolos, no era otra más que la salvación, evitar el inmediato retorno a Primera A del recién ascendido cuadro bajacaliforniano.

 

Todo ha sido demasiado rápido, todo ha pasado de prisa, pero no por ello a costa de improvisación o pendiendo de circunstancias. En Tijuana, donde a mitad de semana cayó derrotado nada menos que el actual campeón de la Copa Libertadores y del Mundial de Clubes, el Corinthians brasileño, se ha trabajado con la brújula perfectamente orientada.

 

Para futboleros de ocasión que sólo se aproximan a este deporte de vez en vez o de Mundial en Mundial, el común del plantel xolo resulta una incógnita; si acaso les parecerán conocidos un par de nombres como el del muchas veces seleccionado tricolor Fernando Arce (por cierto, nacido en esta frontera y de regreso en su tierra natal tras un exitoso periplo por varios equipos del futbol mexicano), aunque la realidad es que está compuesto por espléndidos elementos en cada línea.

 

Hacia finales del 2007 estuve en la construcción del futuro Estadio Caliente en la ciudad de Tijuana. Ese día mantuve un buen diálogo con la mente que dio forma y sentido al proyecto Xolos. Ignacio Palou, director deportivo, me contaba los planes que ya habían sido instaurados aún con el equipo tan lejos de pisar la máxima categoría. La infraestructura ya era de primera, el presupuesto también resultaba elevado y, a decir de Palou, era cuestión de tiempo para brincar a lo más alto. Todo sonaba de maravilla pero, ¿sería posible tan pronto?

 

Hoy el Tijuana es campeón del futbol mexicano, ha tenido una primera mitad de este nuevo certamen que permite entender que no padece campionitis y está disputando una Copa Libertadores impecable, al momento con los mejores números del continente: tres jugados, tres ganados; seis goles a favor, ninguno en contra.

 

Más allá de semejantes resultados, la manera. Es un verdadero homenaje a la dignidad deportiva, al orgullo, a la entrega, al aplomo. Todos corren, todos aprietan, todos disputan cada balón como si fuera el último, todos saben a qué juegan y saben hacerlo, todos lucen permanentemente concentrados y ordenados.

 

La mano de Antonio Mohamed es evidente. Equipo sin complejos, descarado, pero dominador de los tiempos de un partido, además con numerosos elementos que representan a cabalidad esta región: méxico-estadunidenses que como millones de personas han vivido con los pies de un lado y la cultura del otro, o de plano en permanente ida y vuelta por esa garita.

 

Imaginamos la voz de Manu Chao cantando “Bienvenida a Tijuana… I am in ruta babylon… I wanna go to San diego,  I wanna go y no puedo” y entonces vemos que cuando juegan los Xolos se da el inimaginable fenómeno inverso: miles de personas cruzan hacia territorio mexicano a fin de poder verlos jugar.

 

Cuando el Tijuana ascendió a primera división, entrevisté al técnico que hizo el milagro, Joaquín Del Olmo, quien definía la peculiaridad de esta plaza: “es muy curioso lo que pasa aquí. Desde que llegué hace ocho meses, me gusta hablar con la gente… Preguntarles cómo se pasan al otro lado…  Cómo agarran trabajo… Cómo los tratan, cuántas horas trabajan… Cómo consiguen regresar… Cuánto les cobran por pasarlos… Cómo los han engañado…”.

 

Tradicionalmente, era una afición que se pensaba más cercana a deportes como béisbol o futbol americano, mito que Xolos desterró: “Ha sido un proceso largo, pero poco a poco este equipo va arraigando. Metemos miles de personas a ver nuestros juegos y ya no son sólo aficionados que van sin apoyar o que van para apoyar al rival, ya es gente que nos sigue… Cuando ascendimos a primera fue cuando entendí lo que representa el club, ahí viví la pasión. Se suponía que no había arraigo y tras coronarnos hubo desfile, miles de personas en las calles. Ovaciones desde balcones. Lo que más me impactó fue que cuando jugamos la final vino gente de todas partes de California y de otros estados, porque se han identificado con el equipo… Aunque  todo ha mejorado aquí, hay algunos problemas y de verdad que mi cabeza a veces no entiende lo que el futbol genera. Es muy especial: los integra, los acerca, les da buenos valores. A veces no tienen ni papeles y se brincan al otro lado para ver a la selección o a los equipos que van a jugar amistosos allá en California”.

 

Tal como Del Olmo en su momento lo consiguió, Antonio Mohamed ha triunfado también al lograr entender al público al que representa y, sobre todo, al lograr que sus dirigidos lo entiendan.

 

No es un equipo común: es el equipo que juega en la frontera más cruzada del mundo (una herida, diría Carlos Fuentes) y que representa a un sitio a menudo cargado de estereotipos.

 

La misión de estos Xolos, quieran o no, estén conscientes de ello o no, va mucho más allá de la cancha, y lo que hacen sobre el césped es punto de partida inmejorable.

 

Pensar  que cinco años y medio atrás, la palabra xoloitzcuintles era desconocida en México y hoy se la tuvieron que aprender a 5 husos horarios de Tijuana en Brasil. Pensar que tres años atrás, jugar en primera sonaba a quimera y tan pronto aconteció. Pensar que año y medio atrás Toño Mohamed parecía un entrenador abocado a descender y hoy brilla a escala continental.

 

Un orgullo que México esté tan bien representando en la copa que lleva el nombre de los Libertadores de Latinoamérica justo en el punto donde inicia Latinoamérica.

 

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