La visión europea de la canciller Angela Merkel es inversa a los objetivos fundacionales de la Unión Europea, en pocas palabras, la Europa de Merkel no es la Unión Europea.

En el lapso que cubre la crisis del euro (de 2008 a la fecha), las atenciones mediática y eurocrática, han sido monopolizadas por el tipo de fórmulas de gasto público de los 17 países que integran la zona euro, y un sin número de derivaciones que oscilan, desde el desempleo hasta los suicidios provocados por embargos hipotecarios. La política de austeridad gubernamental promovida por el sentido común y Merkel siempre será sometida a discusión. Pero más allá del tema económico se encuentra el de la molestia racial: intratable en tiempos de la Unión Europea.

 

Pasado mañana, Alemania vetará el ingreso de Rumania y Bulgaria a la zona libre de fronteras, mejor conocida como zona Schengen.  Sin en Tratado de Schengen no existiría lo que hoy conocemos como Unión Europea. Firmado en 1985 pero con vida desde 1995, Schengen obligó suprimir los obstáculos fronterizos de casi todos los países europeos. El ciudadano alemán cruzando libremente a Estrasburgo, Francia, hoy forma parte de la cotidianidad. No hace muchos años, era una pesadilla. O qué decir de la fragmentación alemana: un muro que incentivó el odio y la muerte durante muchos años.

 

El ministro de Exteriores alemán, Hanz-Peter Frierich amaga con vetar la propuestas de los europarlamentarios socialistas de aceptar a Rumania y Bulgaria en Schengen. Ambos países ya forman parte de la Unión Europea; no así de la zona euro, no porque no quieran, sino porque sus condiciones macroeconómicas no se los permiten. Rumania y Bulgaria trabajan para equilibrar sus finanzas públicas. Tardarán varios años en llegar a los objetivos que la propia Unión Europa les impuso, sin embargo, vetar la decisión de aceptarlos en Schengen es un acto discriminatorio que atenta contra los principios fundacionales de lo que se llamó Comunidad Europea: borrar fronteras para borrar conflictos.

 

Si la demanda coyuntural (1951) fue la asegurar la paz firmando un tratado de carbón y acero, el seguro perpetuo se consolidó gracias al tratado de Schengen, la eliminación de fronteras. Hoy, la Europa de Merkel piensa que los problemas internos de Rumania y Bulgaria se expandirán  a toda Europa en caso de que los acepten.

 

Rumania y Bulgaria ingresaron a la Unión Europea en 2007. Desde mucho antes, ambos países conocieron la ruta crítica no sólo para ingresar a las zonas Euro y Schengen. Del  test practicado por la propia Unión Europea, Bulgaria reprobó  en temas de justicia, corrupción, lucha contra el crimen organizado y lavado de dinero. Por su parte, Rumania no pasó los exámenes en materia de corrupción y sistemas judicial y fiscal.  Desde su ingreso ya pasaron cinco años y, para Alemania, aún no se han preparado lo suficiente para aprobar los exámenes. Es curioso que mientras países como España no ha logrado transparentar el 100% de los recursos provenientes de los fondos de cohesión y estructurales que recibe desde que ingresó en 1986, y cuyo promedio anual se estima en 8 mil millones de euros, Merkel piense en la pureza de los países que integran la zona Shengen. En Sofía circulan mafias como las italianas; en Bucarest también tienen episodios como los que ocurren en París, donde la droga se distribuye sin mayor problema en bares. La diferencia es que a Roma y París no se les aplican exámenes como a Sofía y Bucarest.

 

Para Merkel, la Unión Europea tiene varias velocidades. Es la frontera, la estrategia más eficiente para discriminar de manera políticamente correcta.