¿En qué momento cerrar el ciclo más dorado en la historia de un club? ¿Cómo atreverse a despedir al director técnico que más tiempo ha ocupado un banquillo? ¿Cuándo entender que una etapa ha de ceder paso a otra?

 

Mientras este domingo crecía en la tribuna de su más acérrimo rival, el Tottenham,  el irónico cántico de Arsene Wenger, ¡queremos que te quedes!, la afición del Arsenal parece haber alcanzado su límite. Este director técnico francés llegó al cuadro gunner a mediados de 1996 y estableció paradigmas  de trabajo que modificaron no sólo al club sino al contexto futbolero británico por completo: nutrición, disciplina, pruebas psicológicas, motivación, táctica; todo cambió de la mano de este espigado entrenador de cuyo look intelectual se desconfiaba. El entonces capitán del Arsenal, Tony Adams, confesaría tiempo después: “Nos preguntábamos. ¿Qué sabe este francés de futbol? Usaba unas gafas que lo hacían parecer maestro de escuela”.

 

El tiempo dio la razón al estudioso, metódico, sistemático Wenger y si hoy no es símbolo máximo de la longevidad, se debe a que Alex Ferguson ya tenía una década dirigiendo al Manchester United cuando él arribó. Aun así, 17 años en un grande (y en un chico) son una brutalidad.

 

El problema es que su Arsenal no gana nada desde 2005. Bajo su política de austeridad y prudencia financiera, se ha desprendido sistemáticamente de sus estrellas. Los últimos han sido Samir Nasri, Cesc Fábregas y Robin van Persie, conscientes de que si desean ganar títulos, Arsenal ya no es el lugar para estar.

 

En el nuevo estadio del club, dos estatuas de Wenger parecen más que merecidas. Su visión para detectar talento, su liderazgo para conjuntar equipos, su valentía para romper moldes y vicios, son innegables. Hoy sería ingrato olvidar la campaña invicta del 2003-2004, justo cuando su némesis y a menudo enemigo, Alex Ferguson, había perdido la confianza de sus pupilos en Manchester al confesar que deseaba retirarse.

 

¿Qué ha pesado en contra de Wenger y a favor de Ferguson en estos años? Que sin dilapidar los millones del Madrid o Chelsea, el United ha mantenido un presupuesto más que sensato y ha logrado saciar las exigencias salariales de estrellas como Wayne Rooney (algo que en Arsenal difícilmente hubiera acontecido); si alguien relevante se ha ido, Ferguson lo ha reemplazado con otro elemento de similar calibre (situación en vano exigida por los seguidores gunners). Las dos escuadras fueron compradas por capital estadunidense y en ambos casos es poco visible el liderazgo de los dueños. La diferencia radica en que nadie duda de la autoridad para decidir de Ferguson, al tiempo que Wenger luce como único valiente que da la resignada cara tras lamentables determinaciones impuestas por tele-conferencia.

 

Este domingo perdió el derby del norte de Londres a manos del Tottenham y por primera vez en quince años es muy factible que no califique al club a la próxima Champions League.

 

La incógnita es si esta directiva, tan renuente a gastar en el plantel, sí se atreverá a cortar tan largo ciclo en la dirección técnica.

 

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