Tras la renuncia de Benedicto XVI como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, mucho se ha especulado sobre la procedencia del futuro Papa. Se ha volteado la mirada a África y América Latina, continentes donde se ubican la mayor parte de los países del llamado Tercer Mundo, en un esfuerzo por dar aires de renovación y apertura en la curia romana.

 

Entre los que han hecho desfile como posibles papables se encuentran el cardenal Francis Arinze de Nigeria, Leonardo Sandri de Argentina, Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga de Honduras y Odilo Scherer de Brasil, sin embargo no se avista una mujer como posible sucesora.

 

El naturalizar que sólo los hombres tienen acceso a puestos directivos dentro de las órdenes religiosas católicas no es en balde pues la misma Iglesia ha reiterado que los obispos y cardenales que son elegibles como Papas actúan en la persona de Cristo.

 

 

Cristo, por supuesto, era un hombre, pero algunos de los que abogan por la ordenación de mujeres insisten en que su sexo es irrelevante, pues una mujer puede actuar en la persona de Cristo, así como un hombre.

 

Para el teólogo austriaco Hans Küng, antiguo colega en la Universidad de Tubinga de Joseph Ratzinger y crítico de su pontificado ya como Benedicto XVI y del de Juan Pablo II, señala en su libro La mujer en el cristianismo (2001): “Dios no puede ser tomado en exclusiva por el sexo masculino. Dios no es igual a varón; ya en la biblia hebrea Dios presenta también rasgos femeninos, maternales”.

 

La Iglesia Católica romana argumenta que las mujeres no pueden ordenarse como sacerdotes y mucho menos como obispos porque “Jesús, no eligió, para ‘apóstol’ a ninguna mujer”, menciona el polémico teólogo.

 

Como señala el mismo Küng “en el círculo más amplio de seguidores de Jesús es evidente que las mujeres tienen un papel importante” pues ellas participaron muy cercanamente al estrecho círculo de los Doce apóstoles.

 

Entre algunas de las mujeres apóstoles más relevantes se encuentran Junia, de la que San Pablo, a pesar de su aprobación sobre el sometimiento de las mujeres, reconoce como “distinguida entre los apóstoles”. De igual manera sobresale Febe a quien llama diakonos, lo cual quería decir que era líder de una comunidad. Otra destacada, fue María Magdalena quien fue una cercana discípula de Jesús.

 

Ya con la institucionalización de la Iglesia Católica es cuando las mujeres son consideradas inferiores y se les excluye del ministerio eclesiástico. La única posición de reconocimiento que les ofreció la Iglesia institucional fue la vida como monjas.

 

Fue durante el auge del feminismo en la década de 1970 cuando se generaron interrogantes acerca de por qué las mujeres no podían ser sacerdotes o mantener posiciones de liderazgo en la Iglesia Católica. Ante esta situación otras corrientes de la cristiandad, entre ellas la episcopal, anglicana, presbiteriana y metodista, han permitido la ordenación de mujeres.

 

Han sido estas ramas protestantes dentro de la Iglesia, especialmente la de Inglaterra y las nórdicas, abiertas a ordenar mujeres, las que han cuestionado que el sacerdocio sea exclusivamente masculino. En la Iglesia Luterana, nadie se sorprende de ver mujeres sacerdotes. Actualmente la mitad de su clero es femenino, y dos terceras partes de los estudiantes de Teología son mujeres.

 

En la actualidad existe la posibilidad de que ante la escasez de sacerdotes y de seguidores a razón de los sonados escándalos sexuales dentro de los grupos religiosos, se dé el esperado giro que durante sus ocho años como Papa, Benedicto XVI, negó al reafirmar la prohibición de la ordenación de las mujeres sacerdotes en la Iglesia.

 

El próximo pontífice que será elegido por 116 cardenales (el cardenal Julius Riyadi no asistirá), en el próximo cónclave realizado entre el 15 y el 20 de marzo, después de la renuncia oficial del Papa el 28 de febrero, tendrá muchos retos ante sí, entre ellos el tema de la homosexualidad, los casos de pederastia dentro de las órdenes eclesiásticas, las políticas sobre el celibato para los sacerdotes, la anticoncepción, el aborto y por supuesto la ordenación de mujeres dentro de la Iglesia.

 

La primera llamada de atención será la que la Conferencia para la Ordenación de las Mujeres, grupo de defensa de mujeres sacerdotes creada en 1975 en Estados Unidos realizará al lanzar humo de color rosa en las vigilias diversas durante el cónclave para recordar al mundo que no habrá mujeres involucradas cuando los cardenales liberen el humo blanco en el Vaticano para indicar que han elegido al nuevo Papa.

 

Al final la ordenación de las mujeres es una cuestión de justicia, de apertura democrática, de acceso a la palabra, al ámbito de lo público, a tomar un puesto directivo dentro de un espacio exclusivo para los hombres y la falta de tal ordenación es la prueba de que la Iglesia Católica no desea hacer cambios y prefiere tener a las mujeres en una posición de sumisión.