Hace sentido que en el equipo de la apodada Città Eterna, el capitán y máximo crack también parezca eterno.

 

Francesco Totti ha vuelto a anotar este fin de semana un golazo para la Roma, fiel a una costumbre iniciada 24 años atrás cuando el sueño de su infancia se cumplió y pudo integrarse al equipo de sus sueños. Tenía 13 años y ya había desechado una suculenta oferta del millonario Milán: de Roma era y para la Roma quería jugar.

 

Nacido en el barrio de Appio-Latino, a escasos metros de la Porta Metronia del muro aureliano, el apodado Re di Roma o Rey de Roma ha cumplido más años de imperio futbolístico que los acumulados por el común de los emperadores romanos (si acaso Augusto, Tiberio, Adriano y Antonio Pio ocuparon el trono por mayor período).

 

Juan Villoro se llegó a referir a él  como “el último sedentario”, en alusión a su atípica permanencia en una misma institución. En épocas en las que incluso los escasos símbolos de algún club terminan por cambiar de colores (por ejemplo, el madridista Raúl), Totti pertenece a una estirpe en peligro de extinción.

 

El otro gran virtuoso y romántico de su generación, Alessandro del Piero, fue similar en tan larga estancia con la Juventus, con dos importantes diferencias: primero, que no nació en Turín, ciudad de la Juve, y segundo que decidió jugar sus últimos años en otro sitio (en el Sídney australiano) algo que hasta ahora parece no interesar a Totti.

 

Fino, goleador, inteligente, decisivo, líder y, por si faltaran adjetivos, longevo. Desde que debutó a los 16 años ha compartido alineación con futbolistas que hoy parecen de otra era. Al paso del tiempo ha pulverizado todos los récords del cuadro giallorossi: de goles anotados, de partidos jugados, de campañas disputadas, de glorias como capitán.

 

Astro deportivo tan adecuado para la ciudad que se dice eterna, como lo es para el escudo de la Roma. Ahí, se recrea el pasaje fundacional de la capital italiana: la loba que amamanta a los gemelos Rómulo y Remo tras haberlos rescatado del río Tíber. Precisamente, el Tíber es lo que separa al barrio de Appio-Latino de la curva sur del Estadio Olímpico, que es donde el sector más fiel de la afición romanista suele sentarse.

 

Pasan los años y Totti sigue haciendo golazos con el mismo uniforme. ¿Hasta cuándo? Visto su actual nivel, no sería extraño verlo llegar en activo a los 40.

 

A toda pregunta, él responderá en el dialecto romano que no ha perdido y con alguna broma sólo entendible para locales. Sabe que esta historia le pertenece y nadie más que él puede escribir sus últimos capítulos, posponiendo el final hasta donde decida o hasta donde las virtuosas piernas le alcancen.

 

@albertolati

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