En México hoy los delitos de mayor incidencia a nivel nacional como robo, homicidio y secuestro desvelan cada vez más un rostro de mujer. En las primeras cinco semanas del año, la participación de ellas se vio incrementada respecto al mismo periodo del 2012, principalmente en cuanto a plagios se refiere.

 

Junio de 2010. En Tijuana, Baja California, fecha que se recuerda como la primera vez que el crimen organizado utilizó mujeres de manera abierta en sus filas en la ciudad fronteriza, cuando un comando principalmente femenino acribilló a un hombre que viajaba a bordo de un taxi. A partir de allí, la práctica o aparición de rostros afinados con facciones endurecidas ha sido cada vez mayor. Y hoy ya hay estadísticas, que lo refieren.

Captura de pantalla 2013-02-16 a la(s) 17.33.10

Un informe del Grupo Multisistemas de Seguridad Industrial revela que entre el 1 de enero y el 7 de febrero de 2013, la participación de mujeres en secuestros fue del 14.2%, un alza importante toda vez que el año previo no se registró una medición relevante para marcar porcentaje alguno.

 

De acuerdo con el Centro de Inteligencia de la firma de seguridad privada en casas-habitación y negocios, en 74.3% de los casos de secuestro que tienen como fin el asesinato de la víctima hay presencia de secuestradoras. Mientras que en el plagio exprés participan en 28.5% de los casos. Y en el secuestro convencional, en que se busca una suma por la liberación del retenido, también la incidencia fue de 28.5%.

 

Respecto a las homicidas, el informe revela que la incidencia este inicio de año es en 4.9% de los casos, es decir casi se duplicó respecto a 2012 cuando fue de 2.5%. Respecto al tipo de delito, estuvieron presentes en 6.1% de los casos de homicidio múltiple registrados en lo que va de 2013, en 4.3% de homicidio doloso, y 15% en intento de homicidio.

 

Aunque lo revelador del documento es que de los casos en 2013, 33.3% de las participantes son menores de edad y el 66.6% jóvenes de entre 18 y 25 años. Es decir, mujeres en edades tempranas que aún no controlan sus emociones e impulsos y son mayormente víctimas de manipulación, son quienes participan en ejecuciones. Mientras que la medición de 2012 evidenciaba que las homicidas tenían entre 34 y 65 años.

 

En cuanto a robo, se reporta una reducción con 7.4% de incidencia respecto al 8.8% del mismo periodo en 2012, pero lo relevante es que a diferencia del año previo ahora las mujeres delinquen en edades más productivas. Si bien el año previo la mayor incidencia se reportó en edades entre 18 y 25 años, en este periodo su incidencia en estas edades es de 36.5%, mientras que la mayor participación se da entre los 26 y 35 años en 63.6%.

 

Si bien hay registros de que en la última década, las mujeres se han involucrado en delitos ordinarios y de crimen organizado, en los últimos cuatro años el repunte es evidente. Y esto lo respaldan informes estadísticos de Procuraduría General de la República (PGR) y la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) de detenciones de 2009 a 2011.

 

Los datos oficiales evidencian en los indicadores más destacados un aumento de féminas que participaron en homicidios dolosos en 100%, al pasar de 14 a 28 detenidas en el periodo antes referido en el DF; de 63.7%, en robo a negocio, de 49 a 82 detenidas; y 64.5% por delincuencia organizada, de 155 a 255 casos. A nivel nacional la procuraduría federal reportó 815 mujeres llevadas ante un juez por delincuencia organizada en el mismo periodo.


El camino a la penumbra… por amor

 

Si bien la participación de las mexicanas en actividades productivas está extendida prácticamente en todas las áreas de la vida, y día a día se eleva, esta misma tendencia hoy se aprecia en las actividades delictivas.

 

Pero un dato a tener en cuenta, es que las mujeres llegan a las filas del crimen en gran medida por complicidad con su pareja. Aunque también se reconoce su participación por tener el liderazgo en la banda y por necesidad.

 

“Aunque en el 95% de los casos se considera que las mujeres actuaron por complicidad, también hay casos en los que la mujer es quien es el autor intelectual, quien encabeza la organización o bien, quien comete directamente la acción”, expresó Alejandro Desfassiaux, presidente de Grupo Multisistemas.

Por ejemplo, el incremento de mujeres en robos en el periodo de mayor productividad de vida, entre los 26 y 35 años pone en la mesa de discusión la interrogante de porqué lo hacen. ¿Para obtener dinero fácil, para explotar su condición física o porque se enamoran de un delincuente e incluso quizás porque fueron víctimas previamente?

 

En México existen instancias que trabajan para combatir el maltrato y violencia contra la mujer a todos los niveles y es un tema con aún mucho por avanzar. Incluso en un reporte publicado este 14 de febrero por Amnistía Internacional (AI) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) evidencia la vulnerabilidad de las mexicanas quienes sufren maltrato sistemático de la autoridad y sus parejas sentimentales.

 

Esta alza en la incidencia delictiva es una nueva arista a evaluar en la revisión del abuso contra las mujeres, principalmente en lo que refiere a lo emocional. Factor que lleva a las mexicanas a convertirse en delincuentes, secuestradoras e incluso homicidas. Y cuál el trabajo de prevención que debe implementar la autoridad.

 

“Es importante que la mujer se quiera, se respete, se dé cuenta que al enamorarse de un delincuente y ser su pareja, se convierte en una cómplice sobre la que caerá el peso de la ley si son descubiertos y que, incluso, en muchos casos será desconocida por aquel en quien un día creyó”, refirió el empresario en seguridad industrial.

 

AI señaló que en sólo 5 de cada 100 violaciones en el país hay un castigo para el agresor, “lo que exhibe el descuido gubernamental hacia las mujeres”.

 

Mientras 9 de cada 10, dijo ser víctima de violencia emocional, que incluye menosprecio, amenazas o prohibiciones en la Encuesta Nacional sobre Relaciones en los Hogares de 2011, presentada por Inegi. Y la mitad de ellas, señalaron que padecen violencia económica, con privación de gasto o reclamos sobre el dinero