No es lo mismo un cómico político que un político cómico. La distinción, en tiempos pasados, era tan ociosa como absurda; tan irreverente como locuaz. La vida cambia y con ello la política. Entre el fin de la historia y la lucha entre civilizaciones, nos hemos despertado en el siglo XXI en medio de la política como el arte de la confusión; la comicidad, como piel de la política.

El payaso brasileño Francisco Oliveira mejor conocido como Tiririca tuvo a bien delinear de manera festiva su eslogan de campaña: “Vote a Tiririca, peor de lo que está, no va a estar”. Filosofía de vida zen o realismo híper dramático.

 

El payaso obtuvo más de un millón de votos en Sao Paulo durante las elecciones legislativas en 2010. Si bien es cierto que pudo convertirse en diputado, una ley se lo impidió. El payaso no sabía leer. El Tribunal Regional Electoral establece como requisito para ocupar un curul en el Congreso, la obligación de saber leer y escribir.

 

En Italia, la próxima semana se llevarán a cabo las elecciones legislativas en donde se definirá el nombre del primer ministro. En los cafés romanos circula una pregunta entre tertulianos: ¿Por qué payaso vas a votar? ¿Por Berlusconi o  por Beppe Grillo? Ambos ocupan, según recientes encuestas, el tercero y cuarto lugar, respectivamente. Una alianza entre ellos podría hacer  temblar el candidato socialista Pier Luigi Bersani. De Monti (segundo lugar), mejor ni hablar. La buena noticia para Bersani, que seguramente se aliará con Monti para lograr mayoría en el Congreso, es que Beppe Grillo detesta a Berlusconi. Dos cómicos que se detestan entre sí podrían hacer un gran papel bajo la carpa de los albures y del absurdo.

 

El 8 de septiembre de 2007, Beppe Grillo organizó un día de protesta en contra de los políticos; al evento lo llamó vaffanculo (vete a la mierda); cincuenta mil personas asistieron al evento desarrollado en Bolonia, y algo más de un cuarto de millón firmó un documento de apoyo. Aplausos y carcajadas acompañaron al performance del cómico político. A partir de ese momento, Beppe Grillo gana electores día a día.

 

La estrategia de comunicación con la que inició el fenómeno de Beppe Grillo fue un blog. Ayer, su periódico personal cómico abría con una entrevista seria con Dario Fo, quien decía: la cultura se come. Millones de visitas certifican el rating de Beppe Grillo.

 

Lo peor que le podría suceder a Beppe Grillo sería que ganara las elecciones. Los electores que voten por él, tampoco sabrían lo que sucedería con ellos. En Bruselas, sede de la Comisión Europea, tienen duda si abrir un nuevo comisariato: el de la comicidad. Encargado de regular a los payasos europeos; defender sus derechos; apoyarlos; subsidiarlos en caso de que se queden sin empleo. En fin. Las bromas políticas siempre han tenido una fuerte carga de seriedad, por ello no debería de sorprendernos.

 

La crisis económica inventa a personajes que se ríen de la política desde la política. Qué mejor personaje burlesco que el payaso. Los gobiernos oclocráticos (de las masas) forman parte de la degradación de la ciencia política en una actividad animada por feticherías mediáticas. El peligro lo comenzamos a vivir. Si hace muchos años un payaso francés quiso ser presidente, ahora Brasil e Italia tienen a serios payasos contendientes. Muy pronto los efectos miméticos se multiplicarán. Así de peligroso ha sido el trasvase del marketing comercial al político. Aquella ridiculez de que “el cliente siempre tiene la razón” ha devorado a la política: “Darle al elector lo que desee”, o si se prefiere, ¿por qué payaso votará?