Que un país de 160 kilómetros de largo y 90 de ancho, de escasa tradición futbolera, cuyo verano implica temperaturas máximas de hasta 50 grados centígrados, ganara una sede mundialista, sorprendió a muchos. Que ese mismo país tenga recursos económicos casi ilimitados y un naciente interés de su familia real por el futbol, reforzó para muchos las sospechas de corrupción en la elección de la sede del Mundial 2022.

 

Ahora la revista France Football ha publicado un amplio artículo denominado Qatargate, en el que habla de compra de votos y manejo de influencias para que fuera elegido el país del Golfo Pérsico. En esta trama involucra incluso al ex presidente francés, Nicolás Sarkozy, quien habría fomentado una reunión con el primer ministro qatarí y el titular de la Unión Europea, Michel Platini. En dicho encuentro, Qatar se habría hecho del apoyo de Platini tras prometer invertir en el club Paris Saint Germain las grandes cifras que desde entonces ahí ha gastado. Otro dardo lanzado por la publicación, apunta que en el 2010 Argentina y Brasil jugaron un amistoso en Qatar, a cambio de lo cual se pagó 7 millones de dólares a cada selección en épocas en las que no ingresaban por cotejo más de 1.5 millones.

 

A reserva de que sea cierto o no, podemos tener la certeza de que, primero, nada pasará, y segundo, no habría sido la primera vez que esto sucediera.

 

Por ejemplo, el Mundial 2006 no parecía destinado a Alemania, pues Joseph Blatter ya lo había ofrecido a África y Sudáfrica partía como sede obvia de este continente.

 

En la asamblea, el delegado de Oceanía, Charles Dempsey, ya había pactado su voto en la primera ronda para Inglaterra, pero todos sabían que los británicos no llegarían a la fase definitiva, en la que sudafricanos y alemanes pelearían la sede. Para esa instancia, la consigna que Oceanía entregó a Dempsey era apoyar a Sudáfrica, pero sorpresivamente se abstuvo y con ello Alemania ganó el certamen. Posteriormente, Dempsey declararía que votó “bajo una presión intolerable” y renunciaría a su cargo (aunque poco después, la FIFA le entregaría la orden de honor).

 

Todo tornó más grave cuando el entonces ministro del deporte de Nueva Zelanda, Trevor Mallard, declaró: “Estoy en shock porque un individuo parece haber abusado de sus derechos de voto al ignorar las instrucciones que tenía”. Meses antes, Sudáfrica había acusado a Dempsey de ser sobornado, lo cual nunca consiguió probar.

 

¿Qué pasaba en Zúrich en julio del 2000 en la víspera de la votación? Imaginemos por un lado a Nelson Mandela haciendo lobby para Sudáfrica y por otro Claudia Schiffer, Gerhard Schroeder y Boris Becker apoyando la causa alemana. Presión. Fotos. Convivio. Promesas. Política en estado natural.

 

En el terreno olímpico también se han dado fuertes acusaciones y penalizaciones por corrupción. Eso sucedió cuando Salt Lake City ganó los Juegos de Invierno de 2006 e incluso cuando Londres obtuvo los de verano del 2012 (un documental de la BBC mostró a un delegado búlgaro que se decía dispuesto a cambiar su voto a cambio de dinero).

 

Las acusaciones seguirán, pero al mismo tiempo nadie podrá negar un par de factores decisivos para que Qatar obtuviera la sede: la urgente necesidad del deporte de explotar nuevos mercados y la poca disposición de los países con mayor abolengo futbolero para gastar lo que Qatar ha prometido. Un Mundial cuesta demasiado y este pequeño emirato no tiene límite si de entrar al gran concierto de las naciones se trata.

 

 

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