En la cancha nunca pareció dudar. Era exactamente el tipo de futbolista que antes de recibir el balón, ya contaba con una lista de prioridades para qué hacer con él. En la banca, ya como director técnico, mucho menos: no sólo consiguió ganarlo todo, sino además lo logró apegado fielmente a unos ideales. Bajo las indicaciones del carismático Josep Guardiola, el partido podía perderse (lo cual pocas veces sucedió en su Barcelona) pero la filosofía permaneció intacta.

 

El lunes pasado, una declaración de Pep rebotó en las oficinas de los mayores magnates involucrados en el futbol: “No sé dónde será, pero volveré a entrenar. Soy joven, tengo 41 años y ganas de trabajar”.

 

Con esas palabras, jeques y oligarcas, millonarios de abolengo y de reciente riqueza, abrieron formalmente la caza del entrenador más anhelado. Ni más ni menos que el estratega que en cuatro años -sus primeros dirigiendo en primera división- obtuvo tres ligas, dos copas, dos Champions League, dos Mundiales de Clubes, tres Supercopas españolas y dos Supercopas europeas. Un palmarés casi inalcanzable incluso para quienes han pasado décadas en los banquillos, con el valor agregado del estético juego desplegado por sus pupilos.

 

Las opciones reales de Guardiola no son demasiadas: tiene que ser un club puntero económicamente (no sólo para saciar su pretensión salarial, sino para fichar a quienes solicite), que aspire a todo, que no esté conforme con su actual DT y que permita al catalán imponer un proyecto a largo plazo.

 

El Manchester City cumple a cabalidad con todos los incisos. Desde que el jeque Mansour tomara el control del equipo, cerca de mil 500 millones de dólares se han invertido. El dinero no será problema y como muestra de buena voluntad hacia Guardiola, dos de sus más cercanos socios en el Barça ya han sido contratados: Txiki Beguiristáin, ahora director deportivo del club citizen fue quien abogó por dar el timón blaugrana a Pep; y Ferrán Soriano, ex vicepresidente barcelonista quien funge como director ejecutivo e intenta recrear el modelo del cuadro catalán en la entidad inglesa.

 

Es más que evidente el descontento hacia el trabajo del técnico actual, Roberto Mancini, quien con inversiones ilimitadas dio al City la liga anterior, pero ha fracasado dos años consecutivos en la Champions League, no superando siquiera la primera ronda.

 

Guardiola sabe que en ese lugar tendrá lo que quiera, además de elementos idóneos para su futbol de alta costura como David Silva, Sergio Kun Agüero o su ex dirigido Yaya Toure.

 

En la misma ciudad, pero en el club de mayor tradición, también suena fuerte el nombre del entrenador catalán. El Manchester United ha sido dirigido desde 1986 por sir Alex Ferguson, quien meses atrás se encontró con Guardiola en Nueva York. Está claro que el veterano escocés delineará su sucesión e incluso tiende a ser parte de la etapa que le suceda. Lo que no suena tan factible es, primero, que se vaya este verano, y segundo, que Guardiola acepte reportar u obedecer a Fergie. Al mismo tiempo, no es un club dispuesto a gastar inmensas cantidades; sí, alguno de los grandes cracks (como el verano pasado Robin van Persie) pero nunca un plantel similar al que manejan los gigantes españoles o al que le darían otras directivas.

 

Junto con el City, parece muy viable el Chelsea, cuyo técnico Rafa Benítez sólo fue firmado hasta final de temporada (dicen que en espera de Pep). Los millones de Roman Abramovich han estado desde el 2003 dispuestos y urge al oligarca ruso un proyecto futbolístico sólido tras haber tenido a cuatro entrenadores en menos de dos años. Vivir en Londres y no en Manchester se maneja como un plus, pero en el cuadro londinense Guardiola necesitaría fichar a más futbolistas y conjuntar a más recién llegados que en el City. Además, el temperamento de Abramovich le daría menos tiempo para funcionar que el del jeque Mansour.

 

Al margen de esos tres clubes ingleses, se especulan tres destinos, en otros tres países.

 

El París Saint Germain ha comprado lo que ha querido y al precio que se le ha pedido desde que arribara capital qatarí. Se sabe que no tiene límite y que la urgencia de los nuevos dueños es forjar el club más grande del planeta. Si acaso el problema sería que la mayor estrella del PSG, Zlatan Ibrahimovic, es el único jugador con el que Guardiola ha tenido una auténtica guerra y sería imposible que trabajaran juntos. El manager general de la institución parisina, el brasileño Leonardo, resume los alcances de su proyecto con una frase de la que hoy nadie duda: “¿Contratar a Pep? Aquí todo es posible”.

 

En tanto, Silvio Berlusconi, propietario del Milán, explicó recientemente que Guardiola rechazó dirigir a su equipo. Le ofreció una mansión sobre el lago de Como y muchas condiciones más, pero no logró convencerlo.

 

Por último, el Bayern Múnich también estaría pujando por el ex barcelonista, con la ventaja de tener una de las mejores infraestructuras del continente y un plantel poderoso, aunque menor margen de acción por ser un club con organigramas más rígidos.

 

A donde sea que convenzan o seduzcan a Guardiola, será evidente una problemática: nunca resultará lo mismo dirigir a un equipo que fue criado y amamantado bajo la misma filosofía futbolística, que recrear ciertas ideas lejos de la cuna. Lo del Barça fue único y por mucho que Pep lo intente, imposiblemente imitable. La mayor prueba es que su relevo y antiguo auxiliar, Tito Vilanova, mantiene espléndidos resultados y nivel de juego.

 

No obstante, si Guardiola se marchó fue precisamente por ese afán de mostrar que puede triunfar en otro sitio y bajo otra cultura. Mientras deshoja la margarita y decide, el mercado europeo lo espera, pues a partir de su elección se moverán como dominó demasiadas piezas. Incluso, porqué no, el destino de su antagonista, José Mourinho.

 

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