Por muchos años, el futbolista mexicano se aferró a su hábitat, a su zona de confort, a la comodidad de no salir a intentar triunfar en ligas de mayor envergadura.

 

Difícil culparlos. Aquí, a diferencia de lo que sucede en buena parte de Latinoamérica, se cobra bien y puntual, sin la necesidad de aprender idiomas, adaptarse a culturas, integrarse a distintos contextos futbolísticos o probar capacidad ante otros entrenadores y aficionados.

 

Por ello el caso Hugo Sánchez tuvo connotaciones tan especiales: porque el goleador se aferró a triunfar en España aun cuando parecía que su ciclo europeo estaba condenado al fracaso. Eso propició que Hugo creciera en todo sentido; obligado por mero afán de supervivencia, nacía un triunfador, al tiempo que un gran rematador se convertía en especialista en tiros libres y toque de primera intención.

 

Sin embargo, el común del futbolista que dejó México lo hizo consciente de que perseguir el sueño europeo implicaba sacrificar ingresos: exactamente lo opuesto a lo que sucede a cuanto talento argentino, brasileño o uruguayo que brinca al viejo continente.

 

Tantos años como liga importadora nos borraron de la órbita de los clubes y agentes de Europa. Muchos fueron malvendidos, prestados o malpagados (por ejemplo, Cuauhtémoc Blanco, Jared Borgetti o Paco Palencia, quienes ya habían demostrado sobradamente sus respectivas capacidades). Así, hasta esta generación que todavía padece la baja cotización del futbolista mexicano, pero que tiene como prioridad jugar más allá del océano Atlántico.

 

Diego Reyes ha sido el primero de los medallistas de oro en Londres 2012 en firmar con un cuadro extranjero. El defensa de 20 años se irá al Oporto de Portugal el próximo verano, en una operación cercana a los 10 millones de dólares, lo cual es poco si consideramos que dos elementos del Brasil subcampeón se fueron por casi 40 millones de dólares cada uno (Lucas al Paris St. Germain y Oscar al Chelsea).

 

Es un camino complicado que debe transitar el futbolista de nuestro país para llegar a ser valorado, pero que ya cuenta con precedentes de jóvenes que han ido triunfando en los últimos años. Sin duda, es ésa la única forma de abrir puertas: demostrando que el carácter ya es otro, que más allá de la fuerza o talento, hay un aplomo especial para aclimatarse y adaptarse a otra condición deportiva.

 

¿Quién es el siguiente en irse? Todo hace indicar que Héctor Miguel Herrera, también muy cerca del Oporto, club especializado en comprar valores emergentes para después revenderlos mucho más caros a los gigantes de España, Inglaterra o Italia.

 

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