La llegada de Carlos Hank González a Gruma, en calidad de vicepresidente, no se puede ver más que como la consolidación de la familia González Moreno en el control de la mayor empresa de harina de maíz y de tortilla del mundo, pero también como la “cabeza de playa” de los Hank para el desembarco en el emporio empresarial que construyó Roberto González Barrera y que incluye, evidentemente, al grupo financiero Banorte, una de las joyas del sistema bancario del país.

 

A pesar de los riesgos asociados a la volatilidad de los mercados de granos en el mundo que concentra el negocio de Gruma, la empresa que fundó González Barrera tiene dos grandes fortalezas que la hacen muy atractiva para los inversionistas: Su alta diversificación de mercados, que le permite contrarrestar los efectos de los vaivenes financieros (está presente en más de un centenar de países) y su posición de absoluto liderazgo en el mercado local de la harina de maíz y de tortillas, con una marca altamente reconocida. Todo ello le permite generar importantes flujos de efectivo con relativa estabilidad para hacer frente a un perfil de política financiera que los analistas de Standard & Poor’s calificaron recientemente de “agresiva”.

 

La entrada al Consejo de un banquero joven como Hank González tiene -además de la intención de consolidar a la familia González Moreno y ahora a los Hank en el control operativo de Gruma- también fortalecer la estrategia financiera de la empresa agroalimentaria. De allí que se especule que la vicepresidencia creada “ad hoc” para Carlos Hank González se convertiría en el verdadero poder detrás de la silla del presidente del Consejo que ya ocupa su tío Juan González Moreno –un hombre que no se ha destacado en el grupo por sus habilidades gerenciales- y quien es hermano de Graciela González Moreno, madre de Carlos Hank González.

 

Pero la influencia que se perfila tendrá el joven y hábil banquero, director general del grupo financiero Interacciones, va más allá de Gruma. Apunta también a Banorte, el tercer grupo financiero del país, en el que, por un corto lapso, ya ocupó la dirección general adjunta, posición a la que fue promovido por Roberto González Barrera, su fallecido abuelo, cuando se pretendió fusionar a Interacciones con Banorte.

 

La muerte de Roberto González Barrera no sólo no ha acallado esa vieja y frustrada intención que terminó por separar a los Hank de González Barrera, sino que la ha revivido. De hecho, para un puñado de cercanos a la operación de Banorte la posibilidad de que la fusión se concrete en un tiempo no muy lejano “sigue más viva que nunca” por las mismas razones por las que se planteó en 2003 y que fue negociado por Carlos Hank Rhon, el presidente del grupo financiero Interacciones, con un valor estimado de 900 millones de dólares; de Grupo Hermes, que participa en proyectos de manufactura y energía, en negocios del transporte petrolero, en infraestructura de alta ingeniería con Alcance Total, así como en proyectos turísticos.

 

Banorte luce como el “premio mayor” para Graciela González y Carlos Hank, de allí que el desembarco de su hijo Carlos Hank González en Gruma sea visto como la cabeza de playa de una operación mayor. Al tiempo.

 

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