A las diez de la noche de ayer, en las afueras del mercado de artesanías La Villita, flamante obra auspiciada por la delegación Gustavo A. Madero, el reportero solamente miraba el andar y andar de una muchedumbre que había recorrido doscientos o más kilómetros para poder llegar hasta el atrio guadalupano, abrazar su fe y cantar
Las Mañanitas. Una tradición imparable… lo sabe cualquiera.

 

Y es por ello que no entendió cómo fue que a un puñado de comerciantes, con poca pena, prepotentes y groseros, se les ocurrió lo imposible: desviar parte del río humano en favor de sus negocios. Así los obligaron a pasar por dentro de una plaza comercial cuyas ventas andan por los suelos.

 

Un plan que primeramente aplicaron mediante el tendido de una soga en plena calle; después, con la ayuda de 9 vallas plásticas de control vial que algún policía indebidamente les prestó.

 

La intentona, obvio, fracasó y derivó en forcejeos, empujones, gritos, algunos golpes e insultos entre comerciantes y peregrinos, éstos últimos cuya meta era solamente llegar hasta donde Guadalupe y de ningún modo ponerse a comprar chucherías.

 

¡El paso a la Basílica es por el mercadooo!”, vociferaban hombres y mujeres comerciantes, empleando tonos y actitudes francamente autoritarias.

 

Mentían, claro, porque el paso hacia la iglesia estaba libre y resguardado por elementos de la Secretaría de Seguridad capitalina; que en el caso de los bloqueos hacían como que la virgen les hablaba. “Si la Territorial (delegación GAM) les da permiso, qué podemos hacer”, dijo, alzándose de hombros, un gendarme que se aburría.

 

Ay… pero fue entonces cuando el reportero se percató de que se había metido en la boca del lobo; es decir, entre las huestes del ex delegado en Gustavo A. Madero y ahora diputado local, Víctor Hugo Lobo, quien durante su gestión fue acusado de crear un grupo de choque denominado, justamente, Lobos.

 

Un ejército de individuos de catadura y actitud hosca, al parecer aquí encargados de apoyar la arbitrariedad de los líderes de La Villita. Desde luego, también de ahuyentar a quienes utilizaban cámaras fotográficas; entre empellones y amenazas, pies por delante.

De actitud sobrada, remedo de probable funcionario influyente, encabezaba al grupo agresor un sujeto que gusta de llevar un bigote como de morsa, aunque este de color pardo, igual que su cabello. Moreno él, de 45 años, 1.70 de estatura, lucía gafas de arillo fino (en la foto, su imagen se ve borrosa, mientras manoteaba).

 

Pero el colmo fue averiguar que los presuntos Lobos tenían autoridad sobre policías y sobre no pocos empleados delegacionales, estos últimos ataviados con camisa blanca, gorrita color rosa y un lema: “GAM… con sentido social”; mismos que conminaron al curioso a “pedir permiso para tomar fotografías”, mientras que al gentío pedían “seguir avanzando”, sin importarles el cuello de botella que sufría.

El lugar elegido para reposar el susto no fue, precisamente, el más agradable. En plena calzada de Guadalupe y Cuauhtémoc, una enorme pantalla electrónica mostraba a los recién llegados no una estampa histórica o cultural de esta gran demarcación capitalina, sino un mero slideshow con imágenes de actos públicos del ex delegado Lobo, al lado de su esposa y actual jefa delegacional, Nora Arias; incluyendo estampas en las que los acompañaba el ex jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard (ninguna con el doctor Mancera).

 

El fin de la aventura por GAM fue advertir que dos viejos tianguis de la zona, de las calles Ricarte y Garrido, mueren de tristeza por falta de clientes; ambos víctimas de obras públicas que los han dejado al margen, al estilo local.