Delicado cuando la gestión de un equipo se convierte en un teatro. Peligroso cuando dicha puesta en escena sólo puede ser calificada como teatro del absurdo.

 

Ahí están Jorge Vergara y algún asistente, haciendo de Vladimir y Estragón en la obra Esperando a Godot. Escena a escena, con la inmensa y sufrida afición chiva en vilo en las butacas, se recalca que Godot llegará, que hay (¿o no?) una cita con él, que todo es cuestión de paciencia, aunque Godot jamás aparece… Tal como el club Guadalajara no recupera sus viejas glorias tras demasiados procesos truncos y fallidos.

 

Que la empresa de Johan Cruyff haya sido despedida durante una final del torneo mexicano disputada en domingo por la noche, ya es absurdo. Pero mucho más si revisamos que un par de meses antes, Vergara mandaba un tweet en el que agradecía a la afición su paciencia y afirmaba que “los holandeses demuestran su capacidad”. Ya el remate ha sido que Cruyff dijera el lunes no saber nada de su destitución.

 

¿Para dónde va Chivas? ¿Ahora qué implementará su directiva? Urge definir rumbo, establecer liderazgo, poner coherencia, permitir que la planificación tome el sitio asaltado por impulsos y vísceras.

 

¿Ha de conformarse la afición rojiblanca con generar futbolistas a granel mas no ganar nada? ¿Es imperativo resignarse a dejar de pelear con los equipos más poderosos de nuestro futbol: no más trofeos, no más vueltas olímpicas, no más estrellas en torno al escudo?

 

En realidad, la función primordial de la producción de jóvenes talentos, es que el equipo logre beneficiarse de ellos. Ya después viene lo que con dichos baluartes crecen las selecciones nacionales y también mejoran las finanzas del club al irlos remplazando y vendiendo.

 

Sin embargo, el Guadalajara está hoy atorado en una paradoja: sensacional formación de talentos; nulos resultados. Su afición misma disfruta más a Marco Fabián, Chatón Enríquez y Miguel Ponce, en selecciones nacionales que jugando para el Rebaño, donde la responsabilidad recae sobre casi puros jóvenes faltos de arrojo.

 

De los diez meses que imperó el proyecto Cruyff en Chivas, lo más rescatable fue que el estadio modificara su césped artificial por natural. A eso terminó limitándose el impacto de una de las voces más respetadas del futbol mundial.

 

Pero Cruyff era una especie de directivo virtual o a control remoto desde Europa y Vergara mordió dicho anzuelo, sentando además en su banquillo a un director técnico cuyo currículum jamás habría bastado de ser mexicano.

 

Vladimir y Estragón ahí siguen, lucen ansiosos, desencajados. Uno asegura al otro, de forma rabiosa, que Godot está por llegar, mas Godot no aparece por ningún lugar. Un momento: Vergara no está de actor. Los que actúan son dos aficionados Chivas. Es más, ya incluso uno dice al otro que lo mejor es irse, que el tal Godot los seguirá dejando plantados. Pero por alguna razón, fieles y necesitados de fe los dos protagonistas, no se van.

 

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