China se dio cuenta de que es necesario dominar la información en el espacio y tener la capacidad de negársela a sus adversarios, como una forma de mantener la iniciativa en el campo de batalla. Dañar los sistemas espaciales de los rivales es un componente esencial en los tiempos de guerra y un prerrequisito para obtener la victoria, dice un estudio que entregó el 9 de octubre de 2009 Northrop Grumman al gobierno de Estados Unidos.

 

La potencia asiática destina muchos recursos a la investigación y desarrollo de armas para la “guerra de la información”, recuerda la contratista estadunidense que además de fabricar sofisticadas armas controla ejércitos de mercenarios y espías dispuestos a rentarlos al mejor postor.

 

Entre los desarrollos más notables de China, destaca, están los misiles que puede lanzar a alta velocidad desde tierra para destruir satélites. Una prueba de ello, recuerda, fue noticia mundial en enero de 2007, cuando destruyó apretando un botón un satélite descompuesto, que servía para predecir el clima en la Tierra. También se sospecha que los chinos han avanzado notablemente en las armas de energía, como rayos láser, ondas de alto poder o pulsos generados con energía nuclear, disparados desde cualquier lugar de la Tierra o el espacio.

 

El uso de estas armas contra los satélites de Estados Unidos, dice Northrop Grumman, puede escalar rápidamente una crisis, un arma nuclear puede cruzar las líneas rojas de esa nación y ser considerado como un conflicto de esas magnitudes, incluso si se presenta fuera de la atmósfera.

 

En los últimos 15 años, China ha invertido cantidades considerables de tiempo y dinero en transformar sus habilidades de combate, al enfocarse en un programa de modernización militar que utiliza cada vez más la información como postura de defensa. El esfuerzo, conocido como “informationization” -desconozco su traducción- se basa en desarrollar una arquitectura de redes capaz de coordinar operaciones militares en tierra, aire, mar, en el espacio y a través del espectro electromagnético, dice Northrop Grumman.

 

El objetivo es establecer control sobre la información del adversario y mantener el dominio del campo de batalla.

 

En un conflicto, explica, China puede usar sus capacidades de destrucción para seleccionar algunos puntos vulnerables de la Red de Internet No Clasificada (NIPRNET) de los militares de Estados Unidos y redes de logística de contratistas de esa nación en cualquier parte del planeta. Eso podría afectar la llegada de efectivos a combatir o impactar en la efectividad de la tropa en el campo.

 

Hasta el momento, tratan de definir qué tipo de ataque cibernético constituye un acto de guerra. Además, es muy difícil conocer la fuente de los ataques, tal y como Stuxnet lo ha demostrado.

 

La única distinción entre una red vulnerada y una atacada es el intento del que opera el teclado de la computadora: las habilidades necesarias para penetrar una red con propósitos de espionaje en tiempos de paz son las mismas que se necesitan para entrar a una red para dañarla durante una guerra.

 

El marco conceptual de esta estrategia se llama “wangdian yitizhan”, algo así como “red integrada de guerra electrónica”.

 

El 8 de octubre de 2012 se presentó ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos un reporte del comité de inteligencia, en el que advierten que las fabricantes de tecnología de telecomunicaciones chinas, Huawei y ZTE, representan una amenaza para esa nación.

 

Sugieren observar con sospecha su crecimiento en Estados Unidos. Y pidió bloquear adquisiciones, compras o fusiones que las involucren, pues son una amenaza para la seguridad de esa nación. Muchos de los argumentos, por cierto, sustentados en el estudio de 2009 de Northrop Grumman.