Máximo goleador en la historia de los Mundiales; uno de los futbolistas más incontenibles que jamás se hayan visto; ejemplo para siempre de lo que un delantero centro ha de ser; rematador a veces fino, a veces explosivo, siempre contundente; lo suficientemente carismático y legendario como para eternamente vivir como rey, porque, de hecho, fue rey del balón y eso sigue generándole ganancias descomunales… Pero hoy, a poco de haberse retirado, es parte de un peculiar ejercicio televisivo: un programa consistente en emitir sus esfuerzos por bajar de peso.

 

Nada extraño si consideramos que la vida entera del brasileño Ronaldo Luiz Nazario Da Lima ha sido una especie de Big Brother desde que saltó a la fama con 16 años: a más cámaras mejor; seguimiento permanente y total.

 

Sueño de todo documentalista, de cada momento en la vida de Ronaldo hay imagen y el archivo resulta kilométrico: cuando, recién entrado en la adolescencia, tramitaba su primer pasaporte; cuando apuntaba a ser la nueva perla amazónica y los medios acudían a verlo al marginal barrio de Bento Ribeiro; cuando siendo poco más que quinceañero fue detenido al conducir a exceso de velocidad un lujoso coche; cuando era convocado para Estados Unidos 94 y las comparaciones con Pelé no cesaban, al asistir los dos a su primer Mundial con 17 años; cuando sin jugar un solo minuto brincaba cual el niño que seguía siendo en festejo por el título brasileño en tal justa; cuando se fue al PSV Eindhoven e inició romance con la hija del manager del club; cuando la melancolía de su primer invierno europeo lo fulminaba y daba señas de depresión, aunque mantenía depredador ritmo goleador.

 

El guión continúa cuando en Barcelona cuajó si acaso el mejor año de su carrera y se le denominaba superman o extraterrestre; cuando sus representantes se distanciaron del Barça y finalmente se lo llevaron al Inter tras mediática guerra de declaraciones; cuando su entonces novia Susana Werner actuaba en una novela televisiva en Brasil y para justificar su mudanza a Milán –lo que implicaba la salida de la modelo de la serie- apareció Ronaldo en un capítulo casándose con ella con una portería como altar (más tarde, las cámaras seguirían a la bella Susana en la tribuna tanto como a Ronaldo en la cancha); cuando en el Inter su futbol hacía delirar y coreaban las gradas “Il Fenomeno ce l´abbiamo noi”, “el Fenómeno es de nosotros”; cuando sus piernas se hicieron de cristal y se instaló en el ciclo lesión-cirugía-rehabilitación; cuando en el 2000, a un par de minutos de haber reaparecido tras seis meses lastimado, regresó la misma maldita fractura en el mismo maldito lugar, ante rabia de compañeros y rivales; cuando imágenes de su operación de ligamento fueron vistas en todo el mundo.

 

Más de este script cuando pudo volver, sólo para perder el título de liga en la última jornada y ser captado por la cámara llorando en la banca luego de ser sustituido (día en que decidió dejar el Inter); cuando en el Mundial 2002 resucitó, sus goles hicieron campeón a Brasil y su extraño corte de cabello de la final fue copiado por niños de todo el planeta; cuando llegó al Madrid y toda la familia era seguida por cámaras: Ronaldo, con goles por racimos y suspicacias de sobrepeso desde su mismo debut; su entonces esposa Milene Domingues, como delantera del Rayo Vallecano femenil; su hijo Ronald, dormido en brazos del crack en la gala de la FIFA donde recuperó el trono como mejor futbolista del orbe; cuando rentó un castillo en París para ahora casarse con la modelo Daniela Cicarelli; cuando a los tres meses de la boda que costó 1 millón de euros, se divorció; cuando sus lesiones reaparecieron ahora en el Madrid, acompañadas por distanciamiento del técnico Fabio Capello; cuando su complexión física ya generaba burlas y parodias; cuando en el Milán volvió a brillar fugazmente; cuando en Alemania 2006 se convirtió en máximo anotador en la historia de los Mundiales; cuando regresó a Brasil a cerrar su carrera y unos travestis intentaron chantajearlo grabándolo al haberse ido a su casa, colofón lamentable para semejante deidad del deporte.

 

En ese larguísimo párrafo que señala imágenes existentes de la vida del gran Ronaldo, nos brincamos la más mencionada en tal reality show, que es curiosamente de la única que no hay video y, por ende, la que más intriga: la previa a la final de Francia 98, cuando padeció convulsiones en la concentración de la selección brasileña y se dice que sólo jugó bajo presión del patrocinador (inclusive su nombre no estaba en las alineaciones oficiales y jugó con rostro más que ausente).

 

Ahora se ve a esta leyenda del futbol en un programa que seguramente tiene muy buena audiencia en Brasil: le indican rutinas de trabajo físico, le miden la grasa, le colocan cinta métrica a la cadera, le prohíben las hamburguesas, declara que le molesta tener barriga y se compromete a bajar 18 kilos en tres meses. Todo esto, después de que al retirarse del futbol, conmoviera con sus declaraciones: “Es muy difícil dejar algo que te hace tan feliz, algo que te ha dado tanto, algo que quieres tanto, pero también debo aceptar ciertas derrotas y yo he perdido la forma”.

 

Quizá inspire mejores hábitos de salud en donde sea visto, pero ante todo y como todo reality show, este programa resulta un ejercicio morboso. Morboso por mucho que la casi totalidad de su vida -incluidos sus maravillosos goles, su incontenible futbol, sus dramáticas lesiones, sus relaciones con despampanantes parejas- haya sido captada casi siempre por más de una cámara. A veces voluntariamente, estilo Big Brother; otras involuntariamente en algo parecido a la película The Truman Show, donde el personaje no sabe que su vida es una trama atendida en vivo por millones de televidentes.

 

@albertolati

 

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