A nadie sorprenderá en África leer que la federación de futbol de Zimbabue se plantea despedir al hechicero que no logró calificar a su selección a la Copa África. En dicha región del mundo son prácticas con elevadísimo nivel de aceptación y aplicación al contexto deportivo.

 

Durante los meses que radiqué en Johannesburgo pude efectuar una investigación relativa al uso en el futbol de sangomas, término traducible como médico-brujo, herbolario e invocador de espíritus.

 

Todo club sudafricano, por ejemplo, cuenta con un sangoma de cabecera perfectamente integrado al cuerpo técnico. En un mercado de implementos para brujería, rodeados por costales de hierbas, densos olores de pócimas ardiendo, huesos y órganos de animales, el ensordecedor tronar de morteros pulverizando mezclas, aparecía un señor con colorida túnica y cinta de piel de leopardo en torno a la cabeza. Samsom Vuvu es uno de los sangomas más célebres por trabajar con entrenadores y explicaba con voz mística: “Un sangoma no va a hacer que gane un club, pero ayuda; sí podemos hacer que se llenen los estadios y haya más apoyo. Yo, por ejemplo, no recomendaría poner a jugadores pedazos de vaca, porque el jugador estaría más tieso, entonces les coloco partes de conejo o pescado para que se muevan más, para que sean hábiles en la cancha”.

 

De sobra es conocido que en estadios africanos suelen ser enterrados animales, que los postes son untados con sangre, que se derraman gotas de líquidos en secciones de la cancha. En las gradas mismas vi en más de una ocasión a sangomas (fácilmente reconocibles por las pulseras que utilizan) agitando coles y hierbas. Muthi se denomina al amuleto, que puede ser un hueso, hierba o polvo; Tokoroshi, en tanto, es el antepasado al cual se debe consultar y agasajar mediante ofrendas para que oriente el disparo propio rumbo a gol, al tiempo que desvíe los tiros rivales.

 

No obstante, y por mucho que nos metamos en tan complejo mundo, si la brujería ganara partidos, la máxima potencia del continente sería Benín… Y eso no sucede.

 

En todo caso, la federación de futbol de Zimbabue analiza demandar a su sangoma tras haber perdido 2-0 con Angola. Según esta teoría, el brujo podría haber ejecutado sus métodos en contra de quien le contrató, saboteando la clasificación al certamen continental.

 

Demasiado cómodo hablar de hechiceros cuando, en realidad, otras autoridades de su federación culpan de la derrota a la politización de su futbol… Aunque seguramente los políticos –encabezados por el eterno Robert Mugabe- preferirán dirigir la culpa a sangomas y seguir interviniendo a placer.

 

Curioso que el caso del sangoma zimbabuense se dé pocos días después de que el ex futbolista Jesús Arellano se refiriera a rituales empleados por Ricardo Lavolpe mientras dirigía al equipo mexicano, los cuales el ex seleccionador ha calificado como simple feng shui: más allá de culturas o religiones, el futbol es supersticioso y se aferra a toda herramienta posible.

 

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