Horas antes de que Andrés Manuel López Obrador anunciara su separación del PRD, Jesús Ortega, ex presidente del partido, declaró que si ésta se concretaba, la organización podría curarse de una “esquizofrenia política” que un día la llevaba a buscar consensos en las cámaras y romperlos al día siguiente, o negarse a reconocer al Presidente pero dialogar con él.

 

Desde hace un mes, cuando su dos veces candidato presidencial dijo que se dedicaría a fortalecer el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), han abundado los llamados a la renovación, refundación o actualización del partido. Se ha hablado de la necesidad de erradicar las corrientes e institucionalizar su funcionamiento, de acabar con prácticas de corporativismo, de acercarse a la socialdemocracia.

 

La semana pasada, su presidente, Jesús Zambrano, hizo una lista de las obligaciones del PRD para ganar en aceptación de la ciudadanía. Al contrastarse las expresiones con la realidad se aprecia que la esquizofrenia permanece y parece que vaya a curarse con la salida de un destacado militante.

 

“La competencia política ha obligado a que se haga conciencia de que deben haber gobiernos eficaces y eficientes pues la gente ha dimensionado el peso de su voto; con el voto puede premiar o castigar”.

 

En 2006 el partido gobernaba Zacatecas, Baja California Sur, Michoacán, Distrito Federal y Guerrero. Perdió las tres primeras, aunque ganó Morelos y Tabasco.

 

“La incapacidad del PAN, las tentaciones autoritarias del PRI y los atavismos radicales y rupturistas de la izquierda, no han posibilitado que hasta hoy se haya aterrizado una suerte de Pacto de la Moncloa a la mexicana”.

 

El primer resolutivo del PRD en 2006, pasadas las elecciones, fue no reconocer a Felipe Calderón y no dialogar con él.

 

“Desde la izquierda deberíamos estar dispuestos a deshacernos de los lastres del viejo nacionalismo revolucionario y de la ortodoxia de la izquierda con tentaciones de intolerancia”.

 

El PRD se ha opuesto a la reforma laboral y anticipó su rechazo a cualquier reforma fiscal que generalice impuestos.

 

“Debemos refrendar nuestro compromiso con un Estado democrático, social y de Derecho. Y, por lo tanto, nuestra convicción de respeto a la institucionalidad y a las leyes”.

 

En la discusión por la reforma laboral, sus diputados tomaron la tribuna de la Cámara de Diputados pero no lograron frenarla. La acción mereció la reprobación inicial del coordinador parlamentario, Silvano Aureoles, quien fue descalificado por los afines a René Bejarano.

 

“Debemos redoblar nuestra lucha por acceder al poder nacional por la vía pacífica y electoral. No somos una izquierda golpista, que le apueste a la insurrección o a la desestabilización del país”.

 

En agosto pasado, al reunirse con los magistrados del Tribunal Electoral que analizaban su demanda de anular las elecciones, Zambrano dijo que si rechazaban su petición, el país podría vivir un “estallido social”.

 

“Somos una izquierda convencida del papel que debe jugar la IP y por lo tanto, de hacer alianzas por el bien del país con los sectores empresariales”.

 

Ya rechazaron la propuesta de apertura de Pemex al sector privado hecha por el presidente electo Enrique Peña.