Después del ataque a los agentes de la patrulla fronteriza, ayer por la madrugada, los reflectores y los cuestionamientos se dirigieron hacia las investigaciones fallidas del Congreso Federal por tráfico de armas a México. En 2010 se suscitó la primera balacera mortífera hacia un agente fronterizo en la que participaron supuestos delincuentes mexicanos. Sin embargo, dos años después, continúa la búsqueda de evidencias.

 

La investigación del último ataque indica que más de una persona abrió fuego contra los agentes. Un testigo anónimo que funge como funcionario de las autoridades federales revela que no se encontraron armas en la zona. “Las investigaciones llevarán varios días”, arrojó un empleado del FBI el día de ayer, tras no haberse realizado ningún arresto.

 

Los agentes, Nicholas Ivie y un colega realizaban un recorrido de vigilancia en el desierto de Arizona antes del amanecer del martes cuando sobrevinieron los disparos, de acuerdo con la Patrulla Fronteriza. Realizaban recorridos a caballo, a pie, en vehículos todoterreno e incluso en cuatro helicópteros por una zona que se ha utilizado antes para el contrabando.

 

La Patrulla informó que Ivie trabajaba en la agencia desde 2008 y que creció en Provo, Utah. Trabajó como técnico de emergencias médicas antes de unirse a la oficina fronteriza, dijo su cuñado Todd Davis. Después de salir de secundaria fue misionero durante dos años en la Ciudad de México para la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Vivía en Sierra Vista con sus dos hijas y su esposa.

 

El presidente Barack Obama llamó el martes a la familia de Ivie para expresar sus condolencias y mostrar su gratitud por “el servicio desinteresado” que el agente realizó por el bien del país, de acuerdo con un comunicado de la Casa Blanca. Enfatizó que su gobierno “hace todo lo posible por localizar a los responsables”.

 

El último agente de la Patrulla Fronteriza que había muerto en servicio fue Brian Terry, caído en el tiroteo con delincuentes cerca de la frontera, en diciembre de 2010. Este ataque fue relacionado posteriormente con una fallida operación del gobierno estadounidense contra el contrabando de armas, conocida como “Rápido y Furioso”. Esa operación permitió a los presuntos contrabandistas transportar las armas a través de la frontera.

 

Las autoridades buscaban seguir el rastro de las armas hasta México. Dos fusiles encontrados en el lugar donde Terry murió fueron adquiridos por un miembro del grupo contrabandista que era investigado. Los críticos de la operación dicen que cualquier tiroteo en la zona fronteriza provoca sospechas de que aquellas armas ilegales se sigan usando en la violencia en la zona limítrofe con México.

 

Tras la muerte de Terry las autoridades instalaron un puesto de control en un camino de tierra a unos 11 kilómetros (siete millas) al sureste de Bisbee. Agentes fronterizos en el retén se negaron a hacer declaraciones e impidieron a los reporteros ir más allá. El gobierno también ha colocado miles de sensores a lo largo de la frontera que, cuando se activan, avisan a los operadores que deben enviar a agentes a una ubicación en particular.

 

Ivie y el agente no identificado fueron atacados en una zona desértica al norte de la frontera, a luego de activarse una alarma por uno de los cientos de sensores colocados en la línea que divide a los dos países, dijo Carol Capas, vocera del jefe de la policía local.

 

Veintiséis agentes de la Patrulla Fronteriza han perecido en servicio desde 2002. Los residentes del área de Bisbee expresaron una mezcla de preocupación y frustración por el tiroteo, además de reconocer que la frontera puede ser un lugar peligroso. (AP)