Más grave que ver perder por rutina a un teórico grande del futbol mexicano, es que ya a nadie sorprenda tan paupérrimo rendimiento, que no genere alarma, que no implique novedad. La generación espontánea no existe en el deporte: si no hay con qué competir (ya no decir, ganar) los resultados simplemente escapan como sucede al golpeado Guadalajara.

Ahí está el otrora Campeonísimo Rebaño. Se complica a mediano plazo en temas de descenso. Padece para sacar puntos contra todo rival y en toda plaza. Incapaz de ganar como local (incluso de llenar las gradas en casa). Generando talentos a granel, lo cual agradecen las diversas selecciones mexicanas, pero sin beneficiarse de ellos para un torneo en el que realmente aspire a algo.

¿Cuál tiene que ser la meta de un equipo grande? Forzosamente una de estas dos opciones: sumar títulos cada temporada o utilizar las campañas de sequía para remodelar conjunto de cara a éxitos en el siguiente ejercicio. Todo lo demás son excusas que contradicen el concepto de lo que ha de ser una potencia.

Sucede que en México la noción de club grande corresponde más a convocatoria que a éxito (y de eso pueden también hablar América y Cruz Azul). El asunto es que Chivas no se corona desde el 2006 y, para dolor de sus fieles, por ahora no da señal alguna de estar cerca de metas importantes.

Una paradoja rojiblanca: confirmar el espléndido estado de sus divisiones inferiores y al mismo tiempo lucir inoperante jornada a jornada. ¿Nos resignaremos a que producir futbolistas no puede ir de la mano con levantar trofeos? No tendría que ser así. Más aún: producir futbolistas ha de ser el camino más corto a levantar trofeos.

Sí, está la problemática de sólo ocupar jugadores nacionales, de padecer para poder reforzarse con pocas y costosas opciones, pero la grandeza del Guadalajara viene de ahí y tendría que radicar ahí: en saber mantenerse arriba aún bajo esa circunstancia.

Si el técnico John Van´t Ship fuera mexicano, por mucho que resalte que su equipo tiene posesión de balón y falla penales, ya estaría despedido. Por menos que eso, Jorge Vergara echó a varios entrenadores… Pero el chiverío se enreda en la idea de que va camino al Futbol Total y en aras de esa absurda fantasía todo se tolera.

Las Chivas, alguna vez sinónimo de pasión, hoy implican su opuesto: apáticas, grises, no solamente habituadas a perder sino a que nadie se sorprenda ya con tan recurrente derrota.

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