La vieja Europa futbolera no puede ocultar más su crisis, su resecisión económica, sus vacas flacas. El nuevo orden es más evidente que nunca en el contexto de este deporte y los millones ahora llegan de dos fuentes: clubes que pertenecen a jeques u oligarcas (pensemos en Chelsea, Manchester City, Paris Saint Germain) o equipos de ligas antes no consideradas en absoluto, sobre todo la rusa.

 

Casi un año atrás relatábamos en este espacio lo que suponía que el Santos brasileño atara a su estrella Neymar y ganara a los cuadros europeos la carrera por poseer al astro. En ese momento explicábamos:

 

Con su nuevo contrato, Neymar ganará al año poco más de 8 millones de dólares netos: salario sin precedente para el futbol de la región. Europa, en medio de su euro-crisis, despierta ahora en materia de futbol a la nueva realidad. Pedir prestado a China y perder subastas deportivas con equipos brasileños. Es el nuevo orden.

 

Por entonces ya existía un nuevo fenómeno llamado Anzhi Majachkalá, club de la lejanísima región del Daguestán ruso, cuyo dueño Suleyman Kerimov, demostró que la película Una propuesta indecorosa tiene fácil aplicación al deporte: todo está en venta, basta con que llegue la oferta indicada.

 

Samuel Et´o, todavía con varios años para brillar en el futbol italiano (o español, o inglés), decidió aceptar los 20 millones de euros netos al año que Kerimov puso en un cheque. Pero el magnate se dio cuenta de que también requería de dirección técnica, de liderazgo, y entregó el timón del Anzhi a uno de los estrategas más cotizados, como lo es el holandés Guus Hiddink, pagándole 11 millones por temporada.

 

¿En donde juega este equipo de nombre que suena a las mil y una noches versión capitalismo post-soviético? En el Cáucaso norte, cerca de la volátil región de Chechenia, por lo cual su plantel entrena en una cómoda aldea vecina a Moscú y viaja 1,600 kilómetros cada que es “local” a fin de disputar sus cotejos en una región por la que los jugadores jamás pasearán si no es más que para alguna foto conmemorativa.

 

A lo del Anzhi, que recién contrató al ex madridista Lass Diarra y que incluso suena como potencial destino del inconforme –o, en sus palabras, triste- Cristiano Ronaldo, hoy se añade otro caso que confirma en donde están los cheques jugosos: en Madre Rusia.

 

El club Zenit de San Petersburgo ha gastado hacia el final de este verano 100 millones de euros en dos jugadores, cuyo destino nadie hubiera sospechado más allá del centro de Europa.

 

Hulk, atacante brasileño así apodado por un cuerpo que remite al del personaje de ficción, fue tentado por numerosas escuadras europeas. Se mencionó que el Chelsea tenía la mejor posición para quedarse con sus goles y, de hecho, la institución londinense llegó a ofrecer 35 millones de euros… Tan lejanos a los 60 millones que finalmente el Zenit desembolsó para quedárselo. Todavía no se asimilaba el traspaso, cuando el mismo club anunció la contratación del belga Axel Witsel, buen jugador aunque difícilmente tazado en los 40 millones que implicó.

 

 

El Zenit pertenece a la empresa Gazprom, principal extractora de gas natural en el planeta, y que según algunos reportes suministra casi la mitad del gas que consume Europa.

 

Al mismo tiempo, el Spartak de Moscú tiene como director técnico al español Unai Emery (ex del Valencia) y un plantel en el que cuesta hallar algún futbolista ruso. Muy lejana parece la época en que los cuadros multinacionales provenían de Italia, España o Inglaterra, cuando la alineación del conjunto ruso abundaba en nombres como Vladimir, Nikolai o Sergei, cuando si acaso los extranjeros eran algún ucraniano, estonio o georgiano.

 

El Spartak pertenece a otro oligarca ruso, Leonid Fedun, cuya riqueza se estima en 7,000 millones de dólares, involucrado en la empresa petrolera Lukoil. Fedun coincide en la obsesión de muchos de los nuevos ricos de su país: la fortuna económica es un pastel cuya cereza ha de ser el éxito futbolero.

 

¿Bueno para el balompié? ¿Malo? Esas preguntas no caben. Simplemente, inevitable y hasta obvio. El común de los equipos españoles vivieron por años abrigados por un benévolo fisco y subvenciones sin límite; ante la crisis, la municipalidad o el gobierno provincial ya no pueden hacer como que no ven o seguir disfrazando sus donativos a fin de contratar futbolistas. Similar en Italia donde el amago de huelga del año pasado se debía en realidad a un nuevo impuesto que por entonces iba a ser instaurado, el cual implicaba discusión entre directivos y jugadores: ¿quién pagaría ese nuevo porcentaje? Casualmente la huelga se solucionó cuando se anunció que dicho impuesto no procedía, pero evidenció que los billetes ya no fluyen como antaño (recordemos además que los consorcios propietarios de Parma, Fiorentina, Lazio, quebraron más de una década atrás).

 

En el fondo, recuerdan los viejos aficionados al futbol ruso una extraña tradición, efecto de un régimen tan absurdo como el soviético. El club CSKA representaba a los militares (CSKA son siglas de Tsentralnyi Sportivnyi Klub Armii, o sea, Club Deportivo Central del Ejército). El Dynamo de Moscú, a su vez, era del Ministerio del Interior, es decir, de los espías, de la temida KGB. El Spartak intentaba reivindicar al proletariado no comprometido con ninguna dependencia y quizá por ello solía perder a sus estrellas al ser contratadas por el ministerio de defensa o del interior (cuya consecuencia era alinearlos en CSKA o Dynamo).

 

Pero los tiempos han cambiado y no tiene porqué sorprender lo que sucede en el futbol de este país. No, si consideramos que hoy en la Plaza Roja, justo frente al Kremlin, un inmenso centro comercial vende por miles de rublos bolsas francesas, corbatas italianas, camisas inglesas, en el capitalismo más voraz del planeta. Suficiente afrenta para que Lenin, todavía exhibido en su mausoleo a unos metros de la tienda Chanel, entienda lo que fue de su proyecto político.

 

Son los nuevos tiempos. Es el nuevo orden futbolero, en el que, por ejemplo, Didier Drogba firmó por un cuadro chino y desechó ofertas de gigantes españoles, en el que Raúl no renovó en Alemania y se marchó a Qatar.

 

No es que el futbol cambie, es que simplemente está inmerso en un mundo que ha cambiado y mucho.

 

@albertolati

 

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.