Los algoritmos determinan el comportamiento del ser humano, así como la minuciosa receta a la excelente paella. En efecto, el algoritmo es una receta con el que el humano se deja programar.

 

Un amigo asegura que el logaritmo más inteligente es el de Amazon; conoce a los lectores al pie de la letra. El lector pude dudar en comprar el libro X o el Y; Amazon no; de antemano sabe que el cliente 1 comprará el libro Y. El lector tratará de engañar al algoritmo Amazon que lo persigue a través de su Kindle, sin embargo, el algoritmo siempre terminará por convencer a su cliente en comprar el libro que Kindle le “recomienda”. El logaritmo persuade y a la vez promociona, es decir vende. Entre la persuasión y la venta está la seducción.

 

Las mejores elecciones del mudo ocurren cada cuatro años en Estados Unidos porque del cruce de variables político/antropológico se convierte en temas para la agenda electoral. En pocas palabras, más allá de las ideologías políticas (aburridas) siempre quedará el espectáculo. (En México, más allá de la mediocridad de los candidatos de las pasadas elecciones presidenciales, no quedó absolutamente nada por debatir.) Escenario que no ocurre en cualquier otro país. Por ejemplo, la correlación entre el deporte favorito del candidato A con el perfil de los simpatizantes del Partido A puede llegar a decidir al ganador de la contienda, o lo que es lo mismo, dime qué deporte te gusta y te diré por quién vas a votar.

 

A Barack Obama le gusta ir a los estadios de la NBA. Según un algoritmo deductivo que analiza la empresa Scarborough Research, los apasionados por el deporte ráfaga tiene el doble de probabilidad de votar por el Partido Demócrata que por el candidato republicano.

 

Paul Ryan, el radical religioso que hará mancuerna con el ex monje Romney, recordó hace algunos días que Obama es un buen jugador de golf. Tiene razón. Sin embargo, dijo Ryan, lo es gracias a un infinito número de clases que ha tomado el presidente. La derivación de la “burla” que intentó hacer Ryan es que el golf no es el deporte natural de Obama. Aquí la probabilidad de que un aficionado por el golf vote por Romney es 50% mayor a que lo haga por los demócratas.

 

La conclusión fuera del algoritmo es que el golf es un deporte sumamente practicado por los estadunidenses pero quizá es de nicho (sociológico) mientras que los fans del básquet se concentran, masivamente, en determinados segmentos poblacionales cuya característica étnica puede ser su variable más representativa. Por ejemplo, los negros del Bronx a quienes Nike siempre les prepara un algoritmo especial cada ocasión que lanza al mercado modelos de tenis.

 

Los seguidores del partido republicano prefieren las carreras NASCAR que las de la Fórmula Uno. Normal. El mundo se encuentra muy lejos de ellos. También son tres veces más cazadores que los demócratas y cinco veces más visitantes del restaurante Chick-fil-A, una cadena tan homofóbica como evangelista en el sur del país. Si de música se trata, a los republicanos les gusta la música country dos veces más que a los demócratas. Por el contrario, a los ciudadanos que votarán por los demócratas les gusta el jazz, el góspel y el blues (R&B).

 

Sobre el uso de las redes sociales, claro. Obama es más tuitero que Romney y esa característica la cumplen sus seguidores respectivos.

 

A la naturaleza la cuidan más los demócratas que los republicanos. Recordemos a Al Gore y su amor por el planeta. El 25% de los demócratas compran detergente orgánico mientras que la indolencia corre a cargo de los republicanos.

 

¿Y sobre sus ideologías políticas? No es necesario hablar de ellas.

 

Si Amazon inventó el algoritmo inteligente, los estadunidenses inventaron las elecciones presidenciales más divertidas del mundo. Al menos, para uno que no vive en Estados Unidos como yo.

 

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