Al inicio de Abraham Lincoln: Vampire Hunter (décimo largometraje del ruso ya holllywoodizado, Timur Bekmambetov), una voz en off hace un curioso reproche: “La Historia prefiere a los héroes sobre los hombres, recuerda las batallas pero olvida la sangre, prefiere la nobleza a la brutalidad…”.

 

Lo anterior, más que una queja, es una invitación al juego, porque eso es esta cinta, una especie de What if? tan disparatado como demente: ¿Qué pasaría si el venerado presidente 16 de los Estados Unidos, aquel que preservara la unión y terminara con la esclavitud, el honesto Abraham Lincoln, hubiese tenido una vida secreta como cazador de vampiros?

 

Nadie en su sano juicio podría esperar algo bueno de una cinta con semejante título y con tan barroca premisa. La sorpresa es que la película no sólo funciona sino que además -y este es su mayor mérito- es divertida, o más bien, lo será en la medida en que se permitan dejar llevar por las reglas del juego.

 

Compuesta de dos partes, en la primera vemos como el pequeño Abe es testigo de la muerte de su madre a manos de lo que, según se sabrá después, es un vampiro. Ya vuelto larguirucho adolescente, Lincoln (Benjamin Walker) busca venganza del asesino; es ahí donde conoce a Henry Sturgues (Dominic Cooper), un cazador de vampiros que lo entrena en las artes de destripar chupasangres, actividad en la que el joven Abe resulta particularmente diestro, usando para ello un hacha con filo de plata.

 

En la segunda parte (muchos menos lograda que la primera) Lincoln ya es presidente de un Estados Unidos en plena Guerra de Secesión. Los vampiros regresan, ahora como parte del ejército confederado que, dados sus poderes de ultratumba, masacran al ejército del norte sin misericordia alguna. Lincoln debe sacar su hacha y cazar vampiros otra vez.

 

A diferencia de otras cintas, aquí la mezcla entre política y terror no deriva en sátira ni en apunte social. El único objetivo de este pastiche es divertirse vía las escenas de acción y el juego con la historia. Se trata de convertir en súper héroe al ya de por si heroico Lincoln y que en todo el proceso la forma siempre esté por encima del fondo.

 

Lo cool manda tras la lente de un efectivo Bekmambetov quien recurre a todo el imaginario visual del cual hizo gala en sus cintas más famosas -la dupla Day Watch / Night Watch– haciendo uso y abuso tanto de la edición frenética como del bullet time y el zoom extremo, aunque sin perder nunca el espacio fílmico ni carecer tampoco de imaginación e ideas (la escena de los caballos). Todo lo anterior con un 3D bien aplicado y mejor construido  que no obscurece la cinta.

 

La crítica norteamericana ha detestado esta película, la tachan de tonta, incoherente, trivial, “insulto a la historia”. Tienen razón, pero donde ellos ven un defecto yo veo una virtud. ¿Qué esperaban de una película donde Lincoln mata vampiros?, ¿acaso la Historia no permite esta clase de juegos?

 

Y es que encuentro más mérito en una cinta que jamás esconde su espíritu lúdico y de palomazo dominguero a muchas otras que se toman muy en serio y no dejan de ser cine para trasnochados del género de acción (si, te hablo a ti, Indestructibles 2).

 

 

Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros. (Dir. Timur Bekmambetov, 2012)

 

3 de 5 estrellas.

Guión: Seth Grahame-Smith; basado en su novela.

Con: Benjamin Walker, Mary Elizabeth Winstead, entre otros.

 aalemanx@gmail.com | @elsalonrojo