Un apellido y dos héroes norteamericanos en opuesta circunstancia.

 

Fin de semana que abrió con la definitiva caída en desgracia del ciclista Lance Armstrong, cuyo despojamiento de siete Tours de Francia ya se da por hecho tras años de dudas y acusaciones de dopaje.

 

Fin de semana que continuó con el fallecimiento del astronauta Neil Armstrong, uno de los más grandes ídolos estadounidenses (y más allá de este país) quien desde hace muchas décadas tenía sitio en el panteón de los inmortales, pese a cierto nivel de dudas y acusaciones respecto a una supuesta falsa llegada a la luna.

 

Lance era (de hecho, es todavía para muchos) símbolo de supervivencia, de sobreponerse a todo, de utilizar cada batalla deportiva como metáfora de una humanidad que se niega a ser vencida, que cree, que confía en su potencial, que grita en son de victoria contra la muerte (o, en su caso, el cáncer). El título de su libro, “It´s Not About the Bike”, “No es cosa de la bici”, fue pronto ícono de la mentalidad que debe estar detrás de cualquier circunstancia adversa. Bajo la bandera texana (la cual hacía ondear en su hotel en París, enfadando de paso a los europeos que habían perdido su amado ciclismo), el voraz Lance retaba a todo aquel que intentara rebasarlo o deslegitimarlo: en la contra-reloj o en la vida, en ascenso a una montaña o en un simple debate.

 

Neil, por su parte, se negó a jugar el rol de American Hero para el que parecía predestinado, aunque las implicaciones de su caminata lunar ya habían sido politizadas y convertidas en más que un arma dentro de la Guerra Fría. Víctima de su éxito, en aras de mantener normalidad renunció incluso a firmar autógrafos consciente de que todo a su tacto se convertía en memorabilia de un momento cumbre del siglo veinte (su colmo, enterarse de que el peluquero lucraba al vender su cabello cortado).

 

¿Cómo está el ciclismo tras la sentencia contra Lance? Igual de incierto. Si sus siete tours se entregan a quienes detrás de él finalizaron, como Jan Ullrich, habrán sido acreditados a algunos personajes tanto o más dopados que él. ¿Sería justo por ende dejarle gloria obtenida bajo el efecto de sustancias prohibidas? No, tampoco… Aunque todo es resumen de una década bochornosa para este deporte: década en la que simplemente no se sabe a quién o en quién creer.

 

¿Cómo está la humanidad cuando el astronauta Neil ha fallecido? Renuente a soñar. 43 años atrás, su “pequeño paso” a la luna era compartido por millones de pies. En pleno 2012, difícilmente hay pasos que inspiren comunal o grupalmente, la apatía puede más y el Curiosity es hoy eso, más morbosa curiosidad por Marte que ilusión o romanticismo.

 

Lance, el que inspiraba, está ahora relegado al desfiladero de los tramposos. Neil, el que hizo soñar, ha muerto en un mundo que hoy luce dormido tan profundamente que ya no sabe cómo volver a soñar o, acaso, cómo recordar sus sueños… Como cantara otro Armstrong, Billie Joe de la banda Green Day: “Camino por esta calle vacía, en el boulevard de los sueños rotos… Mientras la ciudad duerme, soy el único que camina. Camino solo, camino solo”.

@albertolati

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