Ese pensamiento volaba sobre el estadio de Pekín el 24 de agosto de 2008. Lo reproducían en sus reportajes algunos periodistas deportivos, lo multiplicaban en su mente miles de espectadores que observaban la ceremonia de unos Juegos que tenían a China por primera vez en su historia en lo alto del medallero.

 

Estados Unidos venía de tres Olimpíadas coronadas al hilo (Atlanta 1996, Sydney 2000 y Atenas 2004) y tras la caída de la Unión Soviética nadie parecía hacerle frente, tanto en los Juegos como en el mundo.

 

Pero Pekín 2008 había sido diseñado por China para mostrarle al planeta que un nuevo actor internacional había llegado. Por motivos muy similares había viajado Yang Liwei al espacio, cuando el gigante asiático puso su primer hombre en órbita cinco años antes de su Olimpíada.

 

Londres 2012 era otro escenario. Era el encuentro de estos dos gigantes en terreno neutral. Con sus 104 medallas (46 de oro) en la capital británica, EU ratifica su posición como el país que más Juegos de verano ha ganado (16 de 27), China vuelve a conformarse con “la plata” (con 87 medallas, 38 de oro) como en Grecia ocho años atrás.

 

¿Pero una derrota estadounidense hubiese corroborado aquel pensamiento que sobrevolaba Pekín? ¿Dos derrotas consecutivas era la confirmación de un declive imparable? La Historia dice lo contrario.

 

Arriba las medallas, abajo el Muro

 

EE.UU. ha perdido antes dos Olimpíadas consecutivas. En 1956 (Melbourne) y 1960 (Roma) quedaron por detrás de la Unión Soviética. Lo mismo volvió a ocurrir en 1972 (Munich) y 1976 (Montreal).

 

En los juegos canadienses incluso llegaron terceros por detrás de la extinta Alemania del Este y luego no viajaron a Moscú 1980 debido al boicot decretado por el presidente Jimmy Carter tras la invasión soviética a Afganistán de 1979.

 

Pero aunque Seúl 88 fue también para los atletas soviéticos, un año después cayó el Muro de Berlín, desapareció Alemania del Este y la bandera de la URSS nunca volvió a ondear en el mástil olímpico (15 de sus ex repúblicas participaron como “equipo unificado” y se ubicaron en lo más alto de Barcelona 1992).

 

Los estadounidenses, que desde la década del 70 se habían quedado atrás de su geoestratégico archirrival (exceptuando Los Ángeles 1984 que se disputó con boicot soviético), eran los ganadores indiscutibles de una competencia más mortífera: la Guerra Fría.

 

Como a comienzos del olimpismo moderno, la cima del medallero no parecía reflejar como un espejo el poderío geoestratégico.

 

Digno de Tolkien

 

Varios juegos fueron boicoteados por países. En Los Ángeles 1984, la URSS le “devolvió el favor” a EE.UU. por Moscú 1980.

 

No se puede negar que existe una relación entre el poderío político-económico y la cima del medallero. Cómo ignorar que la Unión Soviética comenzó su dominio olímpico en 1956 cuando era una potencia y China ha seguido sus pasos en la última década.

 

Ningún país “periférico” ha ocupado ese puesto y muy pocos han logrado llegar al podio (Rumania en Atlanta 1984 –cuando Rusia no viajó por boicot-, Bulgaria en Moscú 1980 –cuando el boicot fue estadounidense- y Australia en 1956 –cuando realizó sus propios Juegos, los únicos del hemisferio Sur hasta Río 2016-).

 

El caso más exitoso ha sido Hungría, con terceros lugares en Berlín 1936, Helsinsky 1952 y México 1968.

 

Pero el dinero y el poder solos no hacen la felicidad olímpica, si no existe el interés del Estado –por motivos que pueden ir desde el orgullo deportivo hasta el nacionalismo desenfrenado- por invertir en sus atletas olímpicos.

 

Nuestro caso “fuera del molde”, Hungría, fue uno de los primeros países en el mundo en crear un comité olímpico. Lo hizo en 1895, un año antes que la primera Olimpíada moderna y mucho antes que sus vecinos (República Checa en 1899, Rumania en 1914, Polonia en 1918 y Bulgaria en 1923). Eso muestra un temprano interés por el olimpismo.

 

Solo tres países se habían anticipado en 1894 en la conformación de un organismo olímpico nacional: Grecia, que organizaría los primeros Juegos; Francia, que organizaría los segundos; y un país que crecía del otro lado del Atlántico, EE.UU, que albergaría los terceros y que acaba de ganar los últimos.

 

El “Señor de los Anillos” ha vuelto, pero el duelo con China continuará en tierras brasileñas, más caliente que nunca.