Luego que durante casi un mes permaneció alejado de la actividad política pública, Enrique Peña Nieto reapareció ayer, en lo que fue calificado por él mismo como “el festejo del triunfo”.

 

El candidato presidencial más votado -y virtual presidente-, se reunió con los diputados y senadores electos del PRI, luego que éstos eligieron como coordinadores parlamentarios, respectivamente, a Emilio Gamboa y Manlio Fabio Beltrones.

 

Ahí, en forma reiterada Peña Nieto deslizó una suerte de corresponsabilidad en la “eficacia” de su administración.

 

En varios momentos de su discurso les dijo a diputados y senadores del PRI: “El compromiso fue de todos”,  “la responsabilidad fue de todos”, “las promesas fueron de todos…”.

 

Un discurso similar, en el que “responsabilizó a todo el PRI”, se produjo 24 horas antes, cuando en la capital del país Peña Nieto se reunió, en privado, con una veintena de gobernadores del partido tricolor. En ese encuentro, igual que en la reunión que sostuvo ayer con diputados y senadores, el mensaje pareció ser el mismo; que Peña Nieto no se aventará solo, el tiro de gobernar a los mexicanos. No, para ello reclama el concurso de todo el PRI.

 

¿Por qué, en el discurso de Peña,  el insistente llamado a la responsabilidad de todos los priístas?

 

La respuesta parece de sentido común. Es decir, que sin el apoyo de gobernadores y legisladores del PRI será casi imposible que Peña Nieto pueda cumplir los compromisos contraídos durante su periplo electoral por todo el país.

 

Más aún, frente a gobernadores y legisladores -y aquí cabe señalar que, tanto diputados como senadores, en realidad son soldados de los propios gobernadores-, tendrán que cerrar filas para hacer posible la funcionalidad del gobierno de Enrique Peña Nieto; gestión que -todos saben- marca el otrora impensable regreso del PRI a la casa presidencial.

 

De hecho, apenas hace unos días, la cúpula empresarial del país prendió los focos rojos sobre la necesidad de acelerar las reformas laboral, fiscal y hacendaria, si es que el nuevo gobierno quiere cumplir con los compromisos que prometió.

 

GOBERNADORES CONVENCIDOS

 

Pero lo que más llama la atención es que uno de los primeros eventos de Enrique Peña Nieto, luego de la elección y de la crisis postelectoral, haya sido precisamente con la mayoría de los gobernadores del PRI. Y resulta sorpresivo, porque no es ningún secreto y menos novedad, que el regreso de un presidente priista le arrebata a los gobernadores -gobernador priistas, claro-, la potestad de ser verdaderos virreyes; caciques de horca y cuchillo, dueños absolutos de sus respectivos territorios -entidades de la República que dicen gobernar- en donde hacen y deshacen a placer, sin rendirle cuentas a nadie.

 

Y el caso emblema es, por si existía alguna duda, el de Humberto Moreira, ex gobernador de Coahuila, ex preferido de Peña Nieto, ex presidente del PRI y, muy probablemente, el primero en ser sacrificado durante el peñismo.

 

¿Qué debió negociar, Enrique Peña Nieto, para que el pleno de gobernadores tricolores le hayan expresado su “apoyo total”? ¿Qué hicieron Peña y sus operadores, para contener a las poderosas fuerzas estatales, que dijeron estar dispuestas a apoyar a Peña Nieto, en las “tres grandes reformas” con las que arrancará su gestión?

 

Aún se desconoce la moneda de cambio, pero lo cierto es que Peña Nieto arrancó a los gobernadores del PRI, el compromiso de que estarán con él y empujarán las reformas, en materia de transparencia federal, estatal y municipal, en torno al combate a la corrupción en los tres órdenes de gobierno y en lo relativo al manejo de los recursos públicos con fines publicitarios y propagandísticos de la federación, estados y municipios.

 

¿Es creíble la autocontención, autolimitación y la reducción de las facultades sin control de los gobernadores? Parece difícil, imposible, sin embargo se debe insistir en el beneficio de la duda.

 

 

DIPUTADOS Y SENADORES; ARTÍFICES DEL CAMBIO

 

Lo interesante del asunto, sin embargo, es que ya en la práctica los verdaderos artífices del cambio y de la construcción del nuevo edificio de gobierno son los legisladores; senadores y diputados. Por eso, la importancia de que en el PRI se haya ratificado el control político y la jefatura parlamentaria del grupo de Manlio Fabio Beltrones, quien coordinará a los diputados, en tanto que su “compadre” Emilio Gamboa coordinará a los senadores.

 

El mismo Enrique Peña Nieto se los dijo en el mensaje a los legisladores del PRI; lo que quieren los mexicanos es eficacia”, insistió una y otra vez, a lo largo de su discurso.

 

Y precisamente Beltrones y Gamboa se han caracterizado por su capacidad negociadora, de convocatoria y, en suma, por su eficacia política.

 

Eficacia que, por ejemplo, hizo que ayer entrara en vigor la novedosa reforma política que amplía la participación ciudadana en la vida del Estado, además de que la dupla Beltrones-Gamboa jugó un papel determinante en la reforma electoral que, técnicamente, terminó con un proceso electoral ejemplar.

 

Al final de cuentas el PRI está de vuelta, y está de buenas, gracias a una condición indispensable, pero pocas veces alcanzable: la unidad.

 

Y frente a los gobernadores, y ante los legisladores del PRI, Peña Nieto también insistió en esa premisa; la unidad, indispensable en el ejercicio del poder.

 

Cara o Cruz.

 

¿SE ACUERDAN?

 

Hace seis años, el proceso de validación electoral alcanzó un punto álgido. El mega plantón de Andrés Manuel López Obrador en Reforma y el Zócalo perdía fuerza; no obstante, continuaba la obstrucción a la circulación y las vidas de muchos.

 

Al mismo tiempo, los sectores artístico e intelectual se embarcaron en una guerra de cartas, desplegados y declaraciones. Por un lado, 500 miembros de la comunidad artística y cultural exigieron el recuento voto por voto, a través de una carta. En respuesta, los escritores Enrique Krauze, José Woldenberg y Héctor Aguilar Camín publicaron un desplegado donde llamaron a la comunidad a suscribir el resultado de la elección.

 

Al final del día, a un mes de las votaciones, el Trife decidió que ninguno de los 118 recursos de inconformidad en elecciones para diputados y senadores prosperaría; que de las mil 64 averiguaciones previas por supuestos delitos electorales sólo 700 seguirían vigentes y, a pesar de la presión de la alianza de izquierda, habría recuento de votos sólo en 9% de las casillas.

 

Evidentemente, la respuesta no convenció a los seguidores de Obrador, quienes acordaron que el plantón se mantendría hasta que el IFE ordenara la apertura del total de los paquetes electorales.

 

Por otro lado, la vida política seguía su curso y el PAN nombró a Santiago Creel y a Héctor Larios coordinadores de las bancadas del Senado y la Cámara de Diputados, respectivamente.

 

Y, como siempre ocurre, las mentiras y los excesos comenzaron a caer por su peso. Luego de los desmanes que resultaron del megaplantón, la Comisión Permanente del Congreso aceptó una petición ciudadana para remover a Alejandro Encinas de la jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Hoy sabemos que el asunto no procedió, pero se convirtió en muestra de que cada vez eran menos quienes se tragaban el cuento del fraude electoral.

 

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