Conmueve Andy Murray con sus lágrimas. Es la última víctima del más implacable y elegante tenista de la historia. Llora el escocés, por la emoción que ha supuesto ser el primer británico que alcanza esa final varonil de Wimbledon desde 1938; llora, porque no ha podido devolver a estas islas un título por última vez obtenido en 1936; llora, porque en frente ha tenido a alguien simplemente superior… Pero superior a todos quienes han sostenido una raqueta.

 

Todavía, cuando el sentimiento no desencaja su rostro, alcanza a bromear, “pensé que con más de 30 años tendría alguna oportunidad, mas no…”.

 

Y Federer, que demuestra que no hay ocaso aún en su carrera, que la veteranía no es decrepitud, que sus grandes días siguen vigentes, que el primer sitio de la clasificación vuelve a pertenecerle, que Wimbledon ya de por sí suyo lo es más que nunca con su séptima corona, que las marcas que deje cuando se retire serán asunto casi imposible. ¿Por qué imposible? Porque es un tipo que nació para jugar tenis y en el acto convertirlo en el más fino ballet; porque su cuerpo es el de un superdotado que resiste tan férrea temporada a salvo de lesiones graves; porque su longevidad es la de los elegidos (y que para seguir siendo elegidos, así se cuidan y disciplinan); porque a los casi 31 está para vencer a cualquier veinteañero de piernas enteras y hambre intacta.

 

Somos privilegiados de ver jugar a Federer. En todo listado de lo más grande del deporte, su nombre irá en dorado. Olimpo poblado de Comannecis y Owens, Jordans y Babe Ruths, Pelés y Maradonas: ahí, entre ellos, está sentado el tenista suizo; pese esa inmortalidad, corre, suda y trabaja como cualquier mortal. Su historia deportiva no ha terminado. Su reinado hace votos de eternidad.

 

A fines del año pasado pude efectuar una entrevista a Federer; el tema central era la asignatura pendiente de obtener esa medalla olímpica de oro en singles y, sobre todo, hacerlo en su Wimbledon: “Pienso en verme en el pedestal con el oro olímpico, como lo conseguí en Beijing pero en dobles. Pero hay todavía un largo camino que andar. Espero estar sano y en forma tras el torneo de Wimbledon del próximo año para estar listo para Londres 2012. Te puedes imaginar que sí es un sueño, todos los atletas quieren ser parte del espíritu olímpico. Y aparte conocí a mi esposa en Sídney 2000, luego cargué la bandera de Suiza en el 2004 y el 2008, y en el 2008 la medalla en Beijing, entonces cada Olímpico ha sido muy especial para mí y volver para jugar mis cuartos Juegos Olímpicos, será grandioso. Más todavía que se jugarán en Wimbledon. Puedes imaginarte la importancia de eso, tengo que llegar con la máxima preparación. Y se juega sobre pasto, estoy seguro de que eso me favorecerá, pero tendré que jugar a mi absoluto máximo para tener posibilidad de ganar”.

 

Por lo visto en este Grand Slam, al máximo ha vuelto a jugar. Por lo visto en sus exhibiciones ante Novak Djokovic y el propio Murray, sí es, como desde hace una década, favorito a ser campeón. Por lo visto, el rey Roger no ha abdicado. Su Majestad ha decidido retomar el trono y reinar, raqueta en mano, desde él.

@albertolati

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.