El mundo en abstracto puede desmontarse para demostrar que existe la globalización. Para ello está el G20.

 

En países cuya cultura a presumir es la etnocéntrica (sabiendo que en el interior de ella se defienden valores cavernarios dañinos para la cohabitación), como es el caso de México, tener la presidencia del G20 durante todo un año (1 de diciembre de 2011 al 30 de noviembre de 2012) se convierte en una de las pocas oportunidades para apelar al geocentrismo.

 

Quizá los ancestros hayan encontrado en el etnocentrismo a una de las virtudes más finas y aterciopeladas del siglo pasado, sin embargo, las dos Guerra Mundiales, creo, opacaron la “limpieza ultramontana” de las banderas. México mantiene la estrategia de las Chivas que, por cierto preocupa a Cruyff, la de mantener en sus jugadores la costumbre de no poseer pasaporte que no sea el mexicano.

 

Al parecer, al gobierno del presidente Calderón no le interesó promocionar su presidencia del G20 hacia el interior de su agenda doméstica, con lo que se comprueba que el único tema al que apostó durante todo el sexenio fue el narcotráfico. Y como sucede en el mundo financiero expuesto siempre al riesgo, lo mejor es diversificar para disminuirlo.

 

Para los peatones de la historia, como llamó el escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán, a los ciudadanos, las reuniones del G20 suenan como una fiesta de burócratas o una reunión de ciencia ficción intergaláctica. Sin embargo, no tendría que ser porque en ellas, se analizan temas tan básicos (por la importancia que debe de despertar a la ciudadanía en general) como, por ejemplo, la inclusión financiera, es decir, el ingreso de las personas a los servicios de la banca.

 

Una de las escenas cotidianas es la persona que al llegar a una sucursal bancaria se lleva las manos a la cabeza porque se encuentra saturada y sólo se encuentran abiertas dos cajas; la salida de emergencia sería la banca por internet. Sin embargo, no existe la cultura sobre el uso de este servicio. O qué decir de la ausencia de incentivos para utilizar alternativas de inversión. La tradicional es la cuenta de ahorro. ¿Y los fondos de inversión y acciones? La cultura del ahorro en México continua siendo revolucionaria.

 

Otro de los temas claves del siglo XXI, es el de las hipotecas verdes. Un éxito poco presumido por el propio presidente Calderón. Una familia que consiga una vivienda con ecotecnología puede lograr que se pague sola gracias a que el ingreso disponible no se degrada mes a mes como consecuencia de la disminución en el costo de electricidad, agua y gas en un 48% promedio.

 

En el 2010, la ONG estadunidense Alliance to save energy le otorgó al gobierno del presidente Calderón (Comisión Nacional de Vivienda e Infonavit) el premio internacional de eficiencia energética, y lo hizo porque las viviendas con ecotecnología, en gran parte del mundo, están ingresando a la vivienda cara y no a la popular como sucede en México. Reducir las emisiones de dióxido de carbono entre 1 y 1.5 toneladas por vivienda es algo más que plausible.

 

Mañana y el martes en Los Cabos el G20+5 (invitados de México que son Chile, Colombia, Camboya, Benín y España, éste último invitado permanente, y en esta ocasión será protagonista desafortunado por su severa crisis financiera) centrará su atención estratégica en la crisis europea, en particular en la banca española y en lo que pueda producir el resultado de las elecciones griegas que se celebran en estos momento. Mientras eso suceda en Los Cabos, en la ciudad de México y el resto del país, seguirá el circo electoral donde el concurso de encuestas impedirá que la agenda mediática observe a los personajes que administran gran parte de la globalización.

 

A pesar de que la subsecretaria de Relaciones Exteriores, Lourdes Aranda, haya promocionado el contenido de la agenda de la reunión que es, la inclusión financiera, la seguridad alimentaria y el crecimiento verde, la realidad es que la difusión fue algo más que pobre. Quizá por la cavernaria tradición, también revolucionaria, de la veda electoral, orquestada por filósofos del fraude en abstracto.

 

De la primera reunión del G20 celebrada en Berlín en diciembre de 1999 a la de Los Cabos, han pasado varias crisis, incluyendo por supuesto, la peor, la correspondiente al derrumbe del pilar que sostiene a la economía estadunidense, la confianza (Enron, hipotecarias, Lehman).

 

La crisis del peso mexicano de diciembre de 1994, las de Tailandia, Indonesia y Corea del Sur en 1997 y la de Rusia en 1998, también detonaron la urgencia de ampliación del entonces G7+Rusia. La idea primigenia del G20 la propuso de manera conjunta Paul Martin, ministro de Fianzas de Canadá y el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers.

 

Con los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 se confirmó la decisión que ministros y directores de bancos centrales son rebasados por la red de la globalización. Por ello, la necesaria presencia de los primeros ministros y presidentes en las reuniones del G20.

 

El G20 no forma parte de la Biblia publicitaria como sí lo es Davos; la diferencia son las estrategias que de ellas surgen. En el G20 la ruta crítica la marca los países a través de los presidentes, ministros de Economía y directores de bancos centrales mientras que Davos es una especie de Disneylandia donde profetas empresariales delinean su ruta crítica a seguir.

 

No cabe la menor duda que la reunión del G20 es el evento más importante para el gobierno mexicano durante el 2012. Lo malo es que poco se hablará de él. Seguimos con la costumbre de preservar los peores estigmas del etnocentrismo y de transformar a la nimia realidad en híperrealidad. De seguir así, se confundirá al G20 con el código de una placa de un auto que no le toca circular los lunes.

 

@faustopretelin ● fausto.pretelin@24-horas.mx