El esperado regreso de Ridley Scott al género que lo convirtiera en leyenda -la ciencia ficción- ha resultado en una especie de inesperado déjà vu. Y es que hoy, como hace treinta años con el estreno de la trascendental Blade Runner (también dirigida por Scott), la crítica norteamericana se ha mostrado igual de miope ante la grandeza de su nueva cinta, Prometheus, película cuyo principal pecado es no ser complaciente, ya que -como buen trabajo de ciencia ficción- plantea más dudas que respuestas.

 

Ambientada cien años en el futuro, la cinta narra la historia de un grupo de científicos que, abordo de la nave Prometeo, se dirige hacia un lejano planeta del cual tienen suficiente evidencia como para suponer que de ahí proviene el origen de la especie humana.

 

En la muy ecléctica tripulación, que incluye especialistas de todo tipo, destaca la doctora Elizabeth Shaw (Noomi Rapace como epítome de la mujer ruda que tanto gusta a Scott) que, a pesar de ser una mujer de ciencia, no pone en duda sus creencias religiosas sobre el origen divino de toda vida, no importando las críticas de su pareja, otro científico que la acompaña en la nave y que la acusa de ignorar a Darwin.

 

Esta tripulación no es enviada al espacio por alguna institución gubernamental ni mucho menos, todo está patrocinado por la poderosa corporación Weyland (si, la misma para la que trabajaba la tripulación del Nostromo en Alien) de la cual Meredith Vickers (Charlize Theron) es la representante a bordo.

 

Prometheus no es una precuela a Alien (Scott, 1979), o al menos no a la manera que Hollywood nos ha acostumbrado. Si bien es obvio que esta cinta sucede en el mismo universo que aquella (el Prometeo mismo es muy parecido al Nostromo), a Scott no le interesa unir los puntos, sino más bien dar guiños (algunos más obvios que otros) hacia todo el universo Alien.

 

En el arte no existe la originalidad pura y en este caso resultan evidentes los homenajes e influencias de las que Scott abreva. Prometheus nos recuerda el mejor cine de Tarkovsky, Cronenberg, Spielberg, Lean, Hitchcock y, por supuesto, el de Stanley Kubrick. Todas estas influencias, aunque reconocibles, no derivan en plagio, Scott sabe armar su historia para que el espectador viva una experiencia nueva, vertiginosa y asfixiante, pero a la vez emocionante y hermosa. La cinta, como pocas, contagia la urgencia de sus personajes en la búsqueda de aquella pregunta impostergable: ¿de dónde venimos?

 

Mención aparte merece Michael Fassbender, quien da vida a uno de los elementos más memorables de la cinta: el androide David, una especie de Hal 9001 (2001: A Space Odyssey, Kubrick) pero con cuerpo humanoide, que amalgama las peores y mejores cualidades de humanos y robots: una especie de frialdad ilustrada, desprovista de sentimientos pero con hambre de saber siempre más.

 

Los mismos argumentos con los que se descalificaba a Blade Runner se pueden leer hoy en contra de Prometheus (“lenta”, “visualmente impresionante pero argumentalmente hueca”, “pornografía de ciencia ficción”, “no apta para humanos”) y hoy, como hace treinta años, es muy probable que estemos frente a una película con todos los elementos para convertirse en un clásico.

 

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Prometheus (Dir. Ridley Scott, 2012)

5 de 5 estrellas.

Guión: Damon Lindelof y Jon Spaihts. Con: Noomi Rapace, Charlize Theron, Michael Fassbender.