Confesó que mató a 94 personas entre el Distrito Federal, Morelos y Estado de México; en la zona de la Laguna de Durango en los expedientes se le vincula con 15 crímenes más y su nombre aparece en por lo menos tres averiguaciones previas de la PGR por trasiego de drogas, lavado de dinero y posesión de armas. Se convirtió en testigo y así evitó ser juzgado por algún delito.

 

Se trata de Sergio Villarreal Barragán, conocido como El Grande, que creció al amparo de cárteles como el de los Carrillo Fuentes y los hermanos Beltrán Leyva. Y cuando se convirtió en jefe de plaza, en la zona de la Laguna, de Durango y Coahuila, fue un hombre sanguinario que torturaba y hasta destazaba a sus víctimas.

 

Es el mismo hombre al que la Procuraduría General de la República (PGR) utilizó como uno de los principales testigos contra los generales Tomás Ángeles Dauahare, Ricardo Escorcia Vargas y Roberto Dawe González, y el Teniente Coronel Silvio Isidro de Jesús Hernández Soto, acusados de tener nexos con el cártel de los Beltrán Leyva.

 

Desde hace dos semanas está en Estados Unidos, después de ser extraditado acusado del trasiego, almacenaje y distribución de drogas, así como lavado de dinero, pero que negocia convertirse en testigo colaborador de la DEA para recibir una pena de prisión menor.

 

¿Quién es?

 

Es discreto en su andar, sin opulencias, sólo sobresale por su altura. Sin embargo, El Grande hizo de la Comarca Lagunera un polvorín y cuando tuvo que huir se refugió en Morelos, donde empleó la violencia como carta de presentación.

 

Villarreal Barragán es acusado en México por delitos de Violación a la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada, contra la salud, operaciones con recursos de procedencia ilícita y de violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos.

 

También enfrenta acusaciones por su presunta participación en, por lo menos, 15 asesinatos cometidos en La Laguna de Durango y ante la PGR confesó 94 crímenes cometidos entre Morelos y el Distrito Federal, por órdenes de Arturo Beltrán Leyva.

 

El imperio de El Grande se extendió a todo el estado de Durango, Chiapas y Estado de México, desde donde trasladaba la mariguana y cocaína para surtir a La Laguna y Estados Unidos.

 

Sus inicios quedaron asentados en la averiguación previa PGR/SIEDO/UEIDCS/008/2007. Aquellos que lo conocieron relatan que usaba una Pietro Beretta calibre .380 para rematar a sus víctimas. Vestía de negro a la hora de matar.

 

La caída de su imperio en La Laguna fue a partir del cuádruple asesinato del ex líder perredista Jaime Meraz Martínez, su esposa, hijo y un chofer, a manos de Claro Burciaga, pistolero de Sergio Villarreal Barragán.

 

Fue Carlos Iván Meraz Medina, hijo de Jaime Meraz, quien el 15 de enero de 2007 explicó ante la Subprocuraduría Especializada en Delincuencia Organizada las actividades de la organización de Villarreal Barragán.

 

Meraz Medina, un testigo protegido con clave Mario, fue contratado por Claro Burciaga, un asaltabancos y ex policía judicial, miembro de una familia de pistoleros originarios de Matamoros, Coahuila, para trabajar como su chofer, pagándole alrededor de 500 pesos semanales.

 

Así que Mario entró a trabajar y en febrero de 2004 se enteró que Sergio Villarreal Barragán estaba contratando gente, de preferencia ex policías o policías en activo para crear redes de protección. Así se vínculo con policías estatales, federales y personajes de la política local.

 

Lo primero que El Grande hizo fue asentarse en una casa de Lerdo, Durango. Llegó de Chiapas, donde trabajaba para Los Beltrán Leyva, entonces asociados con el Cártel de Juárez, antes de eso fue Policía Judicial en Coahuila y Michoacán, posteriormente fue sicario del Cártel del Golfo, perteneciendo al brazo armado de Los Zetas.

 

Según Mario cobraba 100 ó 200 mil pesos por el derecho de trabajar a los narcomenudistas. Vendía la cocaína a 13 mil dólares el kilo. Surtía cada quincena, la traía por tierra desde el Estado de México o Chiapas. Pedía el 50 por ciento de su valor por adelantado, el resto en 8 días, de no ser así era muerte segura.

 

Para operar libremente se apoyaron de Policías Municipales en activo, quienes secuestraban, asesinaban y pasaban información de operativos.

 

El asesinato de Jaime Meraz ocurrió la noche del 15 de enero de 2007, cuando Burciaga llegó en un Tsuru a la casa de Meraz, en la colonia La Esperanza, y abrió fuego contra un chofer, su hijo y esposa. El asesinato se dio, de acuerdo al testimonio recabado por la PGR, por órdenes de Sergio Villarreal y Francisco León García, Pancholeón, entonces candidato a senador por el Partido de la Revolución Democrática en Durango.

 

Llega a Morelos

 

Sergio Villarreal se trasladó a Morelos, bajo el cobijo de Arturo Beltrán Leyva, porque su red quedó casi desmantelada ante la captura de Hugo Armando Reséndiz, ex subprocurador de Durango que le brindaba protección.

 

El Grande era investigado en Torreón por nexos con la delincuencia organizada, como sabía que operaba en Gómez Palacio y Lerdo, Durango, solicitó apoyo de Reséndiz. En mayo de 2007 Ruiz Arévalo despareció.

 

Al menos 17 domicilios, entre casas, talleres y bodegas fueron cateadas en Lerdo y Gómez Palacio, aparte de tres casas en zonas residenciales, todas fueran devueltas a diferentes propietarios, prestanombres que usaba Sergio Villarreal Barragán, contó Mario.

 

Captura y negociación

 

Sergio Villarreal Barragán fue capturado en el 12 de septiembre de 2010 en un operativo realizado por Fuerzas Especiales de la Marina en el fraccionamiento Puerta de Hierro, meses después del asesinato de Arturo Beltrán Leyva, su protector. Claro Burciaga, su pistolero de confianza, sigue libre.

 

Desde se captura, El Grande logró un trato preferencial y confesó. Nunca se le decomisaron sus bienes, tampoco se le sometió a juicio por todas las averiguaciones previas en las que se le vincula con 109 crímenes o en el trasiego de drogas.

 

El Grande confesó cómo trasladaba la cocaína, marihuana y drogas sintéticas, y qué compañías utilizaba para ello; a cuántos hombres mató por no cumplir con los negocios, querían ocupar la plaza de La Laguna o aquellos que eliminó por órdenes de Beltrán Leyva.

 

En la mayoría de sus crímenes, reconoció entonces, torturaba primero a sus víctimas, les disparaba y llegaba a cortarles la cabeza o las manos, como ocurrió en 2009, cuando aparecieron cuatro empleados de la empresa Jet Service, empresa con la que operaba Beltrán Leyva el trasiego de drogas.