El desenlace del mítin que sostuvo Enrique Peña Nieto, candidato del PRI a la presidencia de la República, llama a la reflexión. Las imágenes resultan preocupantes. Una turba se lanza contra una camioneta en la que suponían viajaba el candidato priista (no era así) y la empieza a golpear mientras gritan consignas anti-Peña.

 

Se suben por el techo de la camioneta y al cofre. Le pegan calcomanías con la caricatura del rostro de Carlos Salinas. Golpean con fuerza e insistencia los vidrios polarizados y probablemente blindados. Rodean la camioneta, la empiezan a mecer, con intenciones de volcarla. Se dan cuenta, por fin, de que el candidato Peña no iba a bordo. Se desinfla la furia tumultuaria y quienes estaban a bordo, respiran, y empieza a dejarlos el miedo a que los manifestantes desquitaran en ellos su agitación. Pero, ¿si Peña Nieto sí hubiera ido a bordo?, ¿Qué pasa entonces?

 

No parece que el movimiento juvenil #YoSoy132 tenga como objetivo incitar a la violencia colectiva contra Peña o cualquier otro candidato. Después de todo, este movimiento nació y sostiene la bandera del apartidismo. Pero ha sido incierto al hablar de liderazgo interno. Dicen que no tienen líderes. Pero para la sorpresiva magnitud e importancia que ha cobrado este “despertar de juventud”, como le llaman muchos, deben apurarse a elegirlos y darlos a conocer, asunto que puede y debe ocurrir el 30 de mayo, cuando en las islas de la UNAM se concentren estudiantes de diversas escuelas de educación superior para determinar la estrategia futura de #YoSoy132.

 

Porque lo último que queremos los ciudadanos, políticos, candidatos, autoridades y, principalmente la organización misma #YoSoy132, es que se produzca un hecho de violencia electoral que suba de tono el clima político, que ya está suficientemente enrarecido, y acercándose peligrosa y rápidamente a la zozobra que vivimos en 2006 y sus secuelas post-electorales.

 

Sin una vocería definida, que coloque claramente ante los ciudadanos los objetivos de estos jóvenes, y la forma que usarán para conseguirlos, queda un vacío que no dudarán en usar los grupos extremistas de cualquier partido político, cobijándose bajo el amparo de la membresía en el #YoSoy132, en esos casos inexistente, para alterar el de por sí débil proceso electoral mexicano.

 

No he encontrado miembros legítimos del #YoSoy132 que se asuman abiertamente anti-Peña. Lo que exigen es equidad en el proceso, que no se ha logrado por más leyes electorales absurdas que pasa el Congreso. Y es que es difícil legislar para equilibrar una cancha que ya está a modo para que continúe la hegemonia partidaria, porque en eso sí coinciden todos: defender sus intereses personales y de grupo, como dicen ellos, caiga quien caiga, así la víctima sea la democracia. Pero ese es otro tema.

 

¿Por qué todas las protestas parecen ir contra Peña Nieto y el PRI? Porque sigue arriba, y es legítimo que sus adversarios lo quieran bajar. Pero no a costa de un episodio violento. Y menos justificándolo como una protesta juvenil con el sello del #soyel132. Ahora que están de moda los deslindes, convendría a los estudiantes repudiar de manera absoluta las acciones violentas como las que vimos en Querétaro, para conservar el aire fresco que su movimiento ha producido en la sociedad.

Y así.

@jorgeberry