En junio de 2007, cuando aún militaba en el Partido Acción Nacional, manejé hasta León a un evento panista. No era delegado a la 20ª Asamblea Nacional ni a la 25ª Asamblea Nacional Extraordinaria. Simplemente era un militante furioso con su dirigente, Manuel Espino, que más parecía estar trabajando para otros partidos que para el PAN. En teoría el recinto estaba reservado para los delegados e invitados especiales. Nadie más. Sin embargo, éramos muchos los colados, pese a que por la presencia de Felipe Calderón, el Estado Mayor Presidencial controlaba los accesos. Manuel Espino pronunció su largo discurso en medio de miles de gritos de Fuera. En medio del puritanismo panista, por supuesto, había quienes se lamentaban de tal escena; la mayoría, sin embargo, repudiábamos al dirigente esquirol ignorando el puritanismo histórico. Tres años después, renuncié al partido.

 

Con el mismo orgullo con que cuento la anécdota de León, me viene a la cabeza el 1º de septiembre de 1988, con un presidente Miguel de la Madrid interrumpido por primera vez por diputados inconformes con el evidente fraude electoral de ese año. Con emoción supe del zapatazo a George Bush y con risa vi el Aquí huele a azufre, de Hugo Chávez en la Asamblea General de Naciones Unidas.

 

Sin duda con un carácter contradictorio me enojó la toma del Palacio Legislativo por los legisladores de Convergencia, PRD y PT, para impedir la toma de posesión fe Felipe Calderón; la toma de tribuna cuando se presentó la iniciativa de Reforma Energética, la intolerancia durante la visita de Carlos Castillo Peraza a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. También a mí me han gritado Fuera.

 

Este viernes 11 de mayo vi la visita de Enrique Peña Nieto a la Universidad Iberoamericana desde tuiter, los portales de periódicos y youtube. ¿De qué lado me pongo? No votaré por Peña Nieto, pero tampoco votaré por los otros candidatos (anularé la boleta presidencial). Dado que en mí conviven dos espíritus, uno anarquista y uno institucional, encuentro algo de deleite en lo que ocurrió en la Ibero: despeinaron al indespeinable.

 

Estoy hecho a la idea de que, si nada abrupto pasa, Enrique Peña Nieto será el próximo presidente de México. No aspiro a que sea un presidente débil, en caso de que gane; creo que en el pésimo gobierno de Felipe Calderón, la debilidad ha sido una característica promovida por los chairos (es decir, estas fuerzas anti sistema, a menudo relacionadas con Andrés López Obrador), y nos ha afectado a todos. Pero de ninguna manera quiero un presidente con el alma engominada.

 

La reacción de los priístas fue la de siempre, acusar porrismo mientras fueron ellos los que trataron de controlar el ambiente del auditorio. El priísta es estoico, ante realidades evidentes sigue manteniendo su posición. ¿No está eso detrás de los abucheos? La sociedad no puede discutir con los priístas la megadeuda de Coahuila, el orgullo peñista por la represión (y violaciones) en Atenco, las cifras alegres, la relación entre Zetas y autoridades locales en el noreste del país, el bloqueo del PRI a la reforma electoral, a la rendición de cuentas, a la reelección de los legisladores, entre otros temas, que quedan fuera del debate para el grupo que va arriba en las encuestas … ¿Y no quieren que haya chairos?

 

El primero que avienta el zapato es el que lleva el mérito. Ya los que copian no tienen chiste. El primero que abuchea tiene mérito, los demás no. Cuando los hábitos chairos se nos arraigan su impacto se diluye. Tenemos mucho que discutir respecto a las formas de convivencia, es cierto que lo ideal sería que todos los candidatos pudieran presentarse por igual en facultades de la UNAM que en universidades privadas, y que hubiera un intercambio de ideas más que una persecución hasta los baños.

 

Engominarse para no despeinarse, tratar de controlar los foros de discusión, simular respuestas que no contestan la pregunta siempre dará pie a una respuesta iracunda, que recién vimos con la humillación al puntero en las encuestas.

 

@GoberRemes