Casi como un rezo, como una repetición mecánica, don Antonio del Valle, el exitoso empresario de la industria petroquímica y banquero de larga trayectoria me dice una y otra vez que el gran defecto del actual sistema bancario que opera en el país es que “está en manos extranjeras”. “Eso no puede ser”, dice levantando la voz en otro momento de la entrevista y remata con una frase terminal: “No hay duda, para mí la banca debe ser mayoritariamente mexicana”.

 

Hay que reconocer que pocos banqueros del país conocen las entrañas de la evolución del último medio siglo del sistema bancario mexicano como Antonio del Valle Ruiz. Desde los años sesenta dirigió Crédito Refaccionario Industrial que daría lugar a Bancrecer a mediados de los setenta, para enfrentar luego la expropiación de su banco a manos del presidente José López Portillo. Durante la época de la banca estatizada fundó Prime, un grupo financiero privado; para años más tarde adquirir Banco Internacional puesto a la venta por el gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari, banco que se transformaría en Grupo Bital y que presidió exitosamente hasta 2001, previo a su venta al inglés HSBC en 2002. Desde 2003 fundó el banco Ve por Más que opera hasta hoy.

 

Del Valle no es un improvisado. Es un experimentado banquero reconocido por sus propios críticos. Pero ¿acaso tiene razón en su empecinamiento de que la extranjerización de la banca es el mayor mal del sistema bancario mexicano actual y que ello entraña riesgos para la estabilidad y desarrollo del propio sistema bancario?

 

El debate sobre la conveniencia o no para el país de la presencia abrumadora del capital extranjero en la banca no es nuevo, pero se recrudeció en 2009 cuando –por la gravedad de la crisis bancaria en EU- el gobierno estadounidense se vio en la necesidad de tomar control del 74% de las acciones de Citigroup –dueño de Banamex- desatando cuestionamientos sobre si esta acción violaba en México la Ley de Instituciones de Crédito que prohíbe la participación de autoridades extranjeras en el capital de los bancos que operan en el país.

 

El hecho reabrió el tema que subyacía en los sótanos del gremio de los banqueros y que provocaba encendidas discusiones con legisladores priístas y uno que otro funcionario público de Hacienda y del Banco de México. Hasta ese momento los desacuerdos sobre si la venta de los bancos a extranjeros decidida por el gobierno de Ernesto Zedillo después de la crisis de 1994, fue o no un error histórico, se habían confinado a cuatro paredes.

 

Sin embargo el estallido de la crisis financiera en Estados Unidos y el ‘Caso Banamex’ fue el pretexto para que la discusión trascendiera a la opinión pública en voz de legisladores de oposición, de banqueros y políticos.

 

Uno de los promotores y críticos más activos de la extranjerización de la banca fue en ese entonces -y lo sigue siendo- Guillermo Ortiz en aquel momento gobernador del Banco de México y ahora presidente del Grupo Financiero Banorte, una de las dos mayores entidades financieras de capital mexicano.

 

Cuando cuestiono que en esa decisión de extranjerizar la banca tomaron parte todos los altos funcionarios de Hacienda, de Banco de México y de Los Pinos, Antonio del Valle me dice sin pensarlo dos veces: “Se equivocaron”.

 

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