Esta vez no hubo dedos intentando meterse en ojos rivales, ni pisotones de manos, ni declaraciones burdas, ni agobio al árbitro por cuanto omitió o mal-juzgó, ni demasiados empujones, patadas o simulaciones de faltas (los suficientes, digamos, considerando que esto era un clásico y en él se definía todo un título de liga).

 

Esta vez, la sinfonía del Barcelona quedó en ruido, en virtuosos intentando escucharse los unos a los otros pero imposibilitados por la omni-presencia del musculoso, implacable y concentrado Madrid. Ante tanta distorsión, la filarmónica catalana no tocó lo que quiso ni donde quiso: el repertorio y hasta la puesta en escena eran decididos por el Madrid, que con simple percusión de contragolpe (1-2-3 tamborazos o golpes al timbal) encontraba a sus más brillantes solistas, el sábado sí, finos Mesut Ozil y Cristiano Ronaldo, entonando esa marcha triunfal de Aida, tan coreada en estadios europeos.

 

Esta vez los inventos de Pep Guardiola, a menudo aplaudidos y vistos como revelaciones mesiánicas, nos recordaron que en cierto momento todo entrenador cree ver lo que nadie más en la tierra, y a ese absoluto se aferran, incluidos Tellos y Thiagos.

 

En definitiva, esta vez José Mourinho pudo cumplir, precisamente, la misión para la que fue traído del Inter al Madrid, de donde llegaba avalado como vacuna anti-blaugrana. Con los interistas había eliminado al Barcelona de semifinales de Champions y con los merengues se esperaba que pronto surtiera similar efecto.

 

Tras pocos meses de Mou en el banquillo, todo iba más o menos en orden para el cuadro blanco, hasta que llegó su primera visita al Barcelona y no sólo perdió 5-0, sino también algo de la credibilidad que lo había avalado como remedio anti-Pep. Ahí comenzó una larga cadena de clásicos en cuatro torneos (liga, copa del rey, Champions, supercopa), de los cuales apenas sacó tajada el Madrid con la obtención de la copa pasada.

 

Por ello al acercarse el clásico de este fin de semana, por ello al ver la ventaja merengue reducida de 10 a 4 puntos, por ello al leer nerviosismo en un Mourinho renuente a hablar con la prensa, por ello al notar que el Barça volvía a comportarse como Barça, muchos madridistas temían lo peor… Pero lo peor no llegó y el Madrid fue más, campeón tan inminente como digno.

 

Protestarán algunos que el Real ha sido defensivo: esa crítica no cabe. Se coronará tras haber derrotado de visita al Barcelona, no sin antes haber asfixiado su medio campo, bloqueado sus accesos y mojado su temida pólvora.

 

El Barça de Pep tiene un sitio primordial en la historia. Pero este Madrid tiene voluntad y figuras para reclamar el sitio histórico que le pertenece.

@albertolati

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