Angelina Jolie es tan versátil como posible inspiradora (atemporal) de Guy Deboard con su Sociedad del espectáculo. Si Louis Vuitton le otorga un par de días de descanso, Jolie sube a un avión para viajar a La Haya para acudir a la Corte Penal Internacional o a Nueva York para subir a la tribuna de la ONU. En su reciente visita a La Haya, escuchó la lectura de la sentencia del juicio al ex líder rebelde congolés Thomas Lubanga quien fue declarado culpable de reclutar a niños soldados.

 

Algo similar le ocurre a George Clooney. Cuando logra escapar de la publicidad de Nesspresso, el actor viaja a África para leer discursos en contra de dictadores, en medio de leones y chimpancés.

 

Es posible que George Clooney no haya logrado salir de la película The ides of march, cinta que él dirigió y actuó interpretando a un candidato presidencial. Otros dirán que del cartel publicitario de la película se enamoró. Una portada de la revista Time tiene mayor impacto de posicionamiento que 500 portadas de Selecciones. En fin, Clooney, el actor, el director o el ciudadano, acudió al Congreso de Estados Unidos para declarar sobre la situación que impera en Sudán. La semana pasada viajó a Jartun, la capital de Sudán, acompañado del director de la ONG Enogh Project, creada para luchar contra el genocidio y los crímenes contra la humanidad. Dejó Jartun para viajar a las montañas de Nuba, en Kordofán del Sur donde una parte importante de sus habitantes han huido a las cuevas, asegura Clooney, para seguir con vida. A su regreso, y desde el Congreso en Washington, el actor confirmó que durante el viaje realizó algunos videos para recoger declaraciones de los habitantes.

 

Jolie y Clooney forman parte del mainstream hollywoodense y por esa razón se convierten en embajadores del soft power. Con sólo viajar a alguna atmósfera vulnerable frente a violaciones de derechos humanos ambos actores logran que cientos de lentes globales los apunten.

 

El soft power, poder blando, es un concepto que nació en la academia; el profesor Joseph Nye, quien actualmente imparte clases en la Universidad de Harvard,  lo utilizó en 1990 cuando escribió su ensayo Bound to lead: the changing nature of American power. Donde no puede llegar el poder político convencional, el poder blando lo soluciona. La diplomacia requiere de símbolos globales más allá del idioma. Un café Nesspresso o una bolsa Louis Vuitton se benefician por igual que los pobladores de Sudán o los niños soldados  de la República Democrática de Congo.

 

Podría resultar grotesco que una declaración de Angelina Jolie, rodeada de niños soldados, resultara mucho más efectiva que la intervención de políticos. No es casualidad que la Unesco le haya entregado a la famosa actriz su carnet diplomático. También resultaría absurdo que la intervención de George Clooney en Sudán, se convirtiera en toral para concluir con las masacres. Sin embargo, ambos escenarios son posibles. Y si logran sus respectivos objetivos, qué bueno.

 

Pero el lenguaje publicitario no entiende de realidades. Su misión es inyectar ficción a la aburrida realidad. Entre Nesspresso y Louis Vuitton se encuentra la transferencia de personalidades a cargo de George Clooney y Angelina Jolie. Entre los niños soldado y el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán, se encuentra la transferencia de útiles diplomáticos a cargo de George Clooney y Angelina Jolie. Quién es quién.

 

Los integrantes de la hoy desacreditada clase política, observan que el poder blando es apropiado por personalidades del espectáculo. Muy pronto, veremos a Angelina Jolie convertirse en una dama de hierro cuyos rasgos mezclen aptitudes histriónicas de las famosas Margaret Thatcher y Angela Merkel.

 

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