Una nueva era se ha abierto en occidente. Era en la que ser sede olímpica ya no representa la prioridad de un gobierno. Era en la que el gran evento deportivo ha dejado de ser visto como supuesta salvación de una economía, incluso todo lo contrario.

 

Ha cerrado el proceso de inscripción de ciudades candidatas a albergar los Olímpicos del 2020 y por primera vez el concurso se ha desplazado casi en su totalidad de occidente. Madrid -pese a la grave crisis económica que golpea a España- es la excepción, a un costado de Tokio, Doha, Bakú y Estambul.

 

Dado el presente escenario, no sería extraño que el incontenible Qatar logre organizar consecutivamente Olímpicos (2020) y Copa del Mundo (2022, ya concedido por la FIFA): la omnipotencia económica y ser el rincón menos represivo y más progresista del Golfo Pérsico, son una mezcla que funciona a favor de Doha, aún a costa de sus condiciones meteorológicas.

 

Estambul, aunque intenta por quinta ocasión ser sede olímpica, tiene condiciones más complejas. Son muchas las vías de comunicación e infraestructuras que el gobierno turco tendría que desarrollar.

 

Bakú, capital de Azerbaiyán, es una de las ciudades más bellas de la antigua Unión Soviética y ha desarrollado buenas condiciones turísticas junto al Mar Caspio. Recursos tan opuestos como petróleo y caviar son dos de sus claves, pero pese al apoyo de Rusia (que no es poca cosa) difícilmente los delegados del Comité Olímpico le concederán la sede.

 

Tokio parte hoy, todavía a año y medio de la decisión, como favorito. La probada capacidad logística japonesa, garantiza que no hayan retrasos y promesas incumplidas; hay certeza de que la actual crisis (por duradera y profunda que sea), no impediría a los nipones hacer unos grandes Olímpicos, cuyo único problema sería regresar al horario del Lejano Oriente y ver los ratings estadounidenses y europeos un tanto diezmados.

 

Y Madrid, sin gran euforia en su población, intentará devolver el movimiento olímpico a España, tras haberlo intentado en vano en los procesos del 2012 y 2016.

 

Roma, para muchos la principal aspirante, retiró su candidatura de último momento en un hecho ampliamente aplaudido por su prensa y opinión pública. Grandes letras clamaban “¡Gracias!” en el diario La Reppublica… ¿Qué sucede? Que se viven tiempos difíciles y que antes en épocas de austeridad se vislumbraban los grandes eventos deportivos como método de desarrollo y creación de empleos, premisa cada vez más desechada.

 

Pocos anfitriones de Mundial u Olímpicos han sido capaces de verdaderamente sacar tajada de la gran inversión; Barcelona 1992 es uno de los ejemplos más positivos, al tiempo que los más negativos serían Montreal 76 (deuda pública terminada de pagar hasta el 2001) y Atenas 2004 (qué decir de la economía griega post-olímpica que no se haya dicho), sin olvidar que los mexicanos hemos cargado durante muchos años con impuestos atribuibles al dispendio de los Juegos de 1968.

 

En fin, que el nuevo orden mundial encuentra metáfora clara en esto de los anfitriones mundialistas u olímpicos… Y Beijing 2008, y Sudáfrica 2010, y Eurocopa Polonia-Ucrania 22012, y Brasil 2014, y Río 2016, y Rusia 2018, y Qatar 2022, y las protestas de muchos ciudadanos británicos contra Londres 2012, son elocuentes señales.

 

Falta demasiado pero veo como principales contendientes a Tokio y Doha. La única arma que puede salvar a Madrid será el representar a occidente en solitario.

 

@albertolati

 

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